domingo, marzo 30, 2003

Uno tiene la extraña costumbre de aceptar el dolor si con ello piensa conseguir algún beneficio, pero no entiende el sufrimiento que no persigue ningún bien futuro.
Nos sacrificamos hoy para que el día de mañana sea mejor y con ello dejamos escapar el tiempo de entre nuestros resbaladizos dedos.
Pero van pasando los días y los años y uno no consigue descubrir ese beneficio mayor que el sacrificio le iba a proporcionar, y piensa que todo el sufrimiento fue inútil, que ningún bien por venir justifica una sola lágrima y que la vida no entiende de recompensas,
y al fin comprende derrotado
que ningún dolor es útil.

viernes, marzo 28, 2003

Hay quien dice haberla visto.
Caminando entre las ramas cargadas de luces del monte, rodeada de gente en alguna calle de madrugada, entre las sábanas perezosas del mediodía o junto a una joven risueña bajo el ocaso de un parque solitario.
Pero nadie me enseñó nunca la prueba de su existencia.
Todos dicen que existe, que conocen a alguien que sabe de uno que creyó verla.
Yo más bien creo que sólo es una leyenda, una vieja historia que corre de boca en boca cuyo origen nadie conoce.
Como esas imágenes que nunca existieron pero hay quien asegura haberlas visto en la tele.
Como esa frase nunca pronunciada que se atribuye a alguien y la creencia popular hace ya imposible desmentirla.
Yo no hago caso de voces ajenas, aprendí hace tiempo a poner en duda todo lo que me contaran, por eso sigo empeñado en buscarla y verla con mis propios ojos.
Aunque dude mucho de que exista, aunque crea
que la felicidad simplemente no es posible.



Stephen Lucas: Happiness
Siento que todo se me escapa.
Los días pasan sin haberlos saboreado, cuando acaba la semana pienso en lo que hice y no hay apenas nada. A las pocas semanas soy incapaz de distinguir unas de otras, todas se parecen demasiado en su vacuidad.
Me siento como un simple espectador de la vida, en la que no llego a participar, quizás aguardando el momento en me toque subir a escena, pero con creciente angustia porque pasa el tiempo, la obra se agota y temo que mi papel ya haya acabado, y me veo condenado a esta nada para siempre porque no hallo el modo de escapar de ella.
Siento que las oportunidades se me están acabando, que no quedan muchas más, tal vez ninguna, y eso me angustia, me presiona más en mis decisiones y me impide estar preparado para agarrar mis últimas esperanzas, y siento que me hago más viejo pero no más sabio y que fue ayer cuando aún teníamos la vida por delante y esperábamos a que llegara nuestro momento.
Pero, uno no sabe cuándo ni cómo, nuestro momento pasó sin darnos cuenta, uno no se da cuenta de las cosas hasta que ya han pasado, a veces nunca.
Nunca quise hacer daño a nadie y fue por eso por lo que terminé haciéndomelo a mí mismo. Había que luchar, me dijeron, porque la vida es una contienda de todos contra todos en la que siempre me he sentido el rival más débil, porque nunca quise rivalizar con nadie ni creí necesario hacerlo, pero si bien dos no se pelean si uno no quiere, el que quiere consigue su objetivo sin oposición a costa del que se negó a pensar que lograr algo fuera siempre arrebatárselo a otro.
Y a uno ya no le quedan más que estas tristes palabras con las que al final del día se desahoga como puede sin saber si alguien le escucha, aunque se avergüence de resultar patético o de exponerse demasiado, y siempre me queda la débil esperanza de que mañana el día amanecerá despejado y el sol lucirá como nunca lo ha hecho. Porque uno siempre tiene que agarrarse a algo. Aunque sea algo banal o improbable, algo que lo más probable es que no suceda. Aunque sea algo sencillo e incomprendido, algo tan insignificante como estas palabras que lanzo al vacío sin respuesta.

jueves, marzo 27, 2003

Uno aprende a convivir con el fracaso.
Sólo a veces tenemos algún enfrentamiento por nuestras diferencias de ideas, y es que somos muy distintos aunque él se empeñe en lo contrario.
Me dice que vivirá siempre conmigo, que irá a donde yo vaya. Yo le respondo que algún día, quizás no muy lejano, conseguiré huir de sus garras, alejarme de él para siempre y llegar a un lugar donde no pueda hallarme.
Después lo pienso y creo que tiene razón.
Tengo miedo de que llegue el momento en que me acostumbre a él y deje de pensar en escapar de aquí, porque es fácil acomodarse al fracaso. Uno empieza a ver como normales todas las cosas que se encuentra cada día y deja de cuestionárselas hasta creer que las cosas no pueden ser de otra manera.
A veces creo que ya empiezo a acostumbrarme a él, y pienso en darme por vencido, ceder a la tentación del fracaso, dejarme derrotar por enemigos invisibles y odio a todo aquel que me dice que no lo haga, que siempre estás a tiempo, que hay gente peor que tú, que la vida es bella y otras tonterías, y que hay que luchar, generalmente gente que nunca ha tenido que luchar por nada, porque creen que para todos es tan fácil como lo es para ellos.
Pero no todos tenemos esa misma suerte.
No todos tenemos el privilegio de poder creer aún en la vida.
El chico se desvanecía entre un silencio clamoroso
con la mirada aún de no haber comprendido,
aceptando el fin como alivio de su pena,
como pidiendo perdón por haber vivido.
Alguien, no importa quién, tembloroso y derruido,
dijo algo de una guerra desconocida,
ella no supo de qué hablaba,
sólo sabía del dolor y la desgracia,
incapaz de comprender que hubiera nada
más allá de su hambre y su miseria,
miró a un cielo culpable y rasgado
suplicando, sin atreverse a pedir motivos,
mientras calmaba dulcemente, ya sin lágrimas,
la última llamada de auxilio de su hijo.

miércoles, marzo 26, 2003

El fracaso ya está aquí de nuevo.
Encontró poca resistencia por mi parte, lo reconozco,
cansado de luchar contra imposibles.
Le abrí la puerta aunque él ya tiene llave propia
y se instaló cómodamente en la que de hecho es su casa.
Me obligó a hacer algunas cosas desagradables, me puso de mal humor y consiguió hacerme enfadar con la gente.
No sé cuánto tiempo más se quedará, a veces pienso que no se irá nunca y tendré que aprender a convivir con él o largarme yo de casa aunque no tenga ningún sitio a donde ir, algo que no valdría para nada porque sin duda él me seguiría a donde yo fuera.
Mientras mi huésped está tranquilamente viendo la televisión sentado en el sofá tomando unas cervezas y una pizza que me obligó a prepararle, me he escapado al ordenador a escribir estas líneas aprovechando que no me ve, porque ni siquiera me deja conectarme, ni salir a la calle, ni hablar con nadie ni apenas respirar. Es un tirano demasiado exigente con mis costumbres y con unas normas muy severas.
Ya que algunos (ellos no lo conocen como yo) dicen que un fracaso no es más que una nueva oportunidad para comenzar de nuevo, he pensado en algo que empezaré mañana, en una pequeña venganza contra el olvido y el fracaso, la única que está a mi alcance.
Si es que él me deja, claro

domingo, marzo 23, 2003

Se conocieron en un chat.
Pasaban mucho tiempo hablando,
robando horas al sueño,
pensando todo el día en el momento de conectarse.
Sentían algo parecido al amor,
pero ninguno se atrevía a llamarlo así.
Alguien, casi sin querer, propuso verse,
el otro aceptó sin apenas darse cuenta.
Después llegaron las dudas y temores,
ambos habían mentido en algunas cosas,
temían defraudarse y que ya nada fuera igual.
Ninguno de los dos acudió a la cita.
Sintiéndose doblemente culpables,
preocupados por la reacción del otro,
no se atrevieron a volver a hablar.
Nunca más lo hicieron.
Cada mañana, náufragos solitarios entre la multitud,
de camino al trabajo, sin ni siquiera mirarse,
se cruzan como dos desconocidos.

sábado, marzo 22, 2003

La música es la mejor terapia contra el olvido.
Estuve escuchando algunos discos antiguos,
aquellos con los que crecí, con los que me enamoré,
con los que lloré a solas en mi habitación,
y me trajeron a la memoria sensaciones contradictorias,
me transportaron a un tiempo que había olvidado,
un tiempo en el que los sentimientos eran siempre desmesurados,
tantos los buenos como los malos,
y escuchar aquellas viejas canciones removió todo mi interior violentamente, conduciéndome desde las mejores a las peores sensaciones.
El ejercicio de recordar me dejó exhausto
y me vi impotente por no ser capaz de tener hoy día esas mismas sensaciones olvidadas.
Me sentí como un ser disminuido, alguien que ha perdido su capacidad de soñar, de sentir y de conmoverse, incapaz de experimentar emociones verdaderas y de penetrar la superficie de las cosas,
y eso me puso triste,
pero sin excesos.
Decidí tirar todos los discos

viernes, marzo 21, 2003

Alguien, no recuerdo quién, me contó su historia.
Él había perdido la memoria.
A ella le quedaba poco tiempo de vida.
Sabían como nadie que tenían que vivir el presente.
Se amaron fuera del tiempo,
agotando todas las posibilidades,
sin pensar en nada más allá del instante.
Él recuperó la memoria.
Ella se curó de su enfermedad.
No volvieron a verse

jueves, marzo 20, 2003

Uno espera que alguien venga y lo saque de esta apatía, de esta inercia de la nada en la que me hundo sin remedio. Como si no hubiera comprendido hace tiempo que no va a venir nadie de afuera a solucionar mis problemas. Pero cuando uno está tan metido en su propio dolor prefiere ignorar todo lo que sabe y pensar que las cosas pueden ser de otra manera, aunque no acierte a adivinar cómo ni de cuál.
Quizás es hora de renunciar a lo imposible y aprender a disfrutar de lo que esté a mi alcance. Reconocer que nunca saldré de esto, que es lo único que merezco. Pero que no he de despreciarlo, sino descubrir sus ventajas.
De lo que estoy seguro es de que estos son momentos decisivos en mi vida y que de lo que haga ahora dependerá en gran parte mi futuro. Y son pensamientos como este los que me impiden actuar. Saber que cada gesto es irreversible, que cada palabra me compromete, es una presión demasiado grande que me hace evitar tomar decisiones.
Seguramente me arrepentiré de todo y pensaré que mi vida sería sin duda mejor si no me hubiera equivocado tantas veces en el pasado. Porque uno siempre piensa que se ha equivocado. Que las cosas podrían ser de otra manera, más fáciles, más bellas, mejores. Pero las cosas son como únicamente pueden ser. Y si algo no ocurrió es que nunca pudo haber ocurrido.
Esto son sólo cosas que me digo para pensar que nada depende de mí, que es lo que me realmente me gustaría. Pero ni siquiera yo las creo. Y no por que no lo intente.
Hace frío. Es tarde. Te echo de menos y no te busco, porque sé que tú ya no escuchas. Esa alegría de antes, esa felicidad por momentos... sé que ya no volverá. Como nada vuelve.

martes, marzo 18, 2003

Me siento demasiado impotente ante tanta injusticia, la rabia me invade sin control y eso me impide disfrutar de mis pequeños olvidos cotidianos, por lo que suelo preferir no pensar mucho en el tema, porque nada depende de mí, ni siquiera esta vida vulgar y corriente que me tocó llevar.
Así que me refugio en cosas banales y superfluas, en entretenimientos sin importancia que es lo único en lo que aún me siento con capacidad de decidir algo, miro para otro lado porque me da miedo mirar fijamente el dolor y me siento culpable, bajo, ruin y despreciable por ser como únicamente puedo ser.
El problema es que cuando uno es incapaz de decidir otros deciden por ti, y sus decisiones suelen ser las más opuestas a tus deseos.
Si al menos pudiera olvidarme de todo esto y que todo comenzara de nuevo...

sábado, marzo 15, 2003

Tampoco es tan mala la monotonía.
Saber que hoy, como ayer, como todos los días desde hace ya tantos años, todas esas cosas que tanto te gustan volverán a estar puntuales en el mismo sitio. La misma gente con la que te cruzas cada día, los mismos lugares amados cargados de recuerdos, las personas con las que te gusta encontrarte aunque sólo intercambies dos palabras o una sonrisa, ese gesto repetido de la persona amada sin el cual no entenderías la vida y todas esas cosas que tanto echarías de menos si algún día faltasen.
Y uno recorre confiado las horas más duras del día pensando que después le esperan sus momentos preferidos, cosas pequeñas o grandes que le hacen sentirse bien con el mundo y consigo mismo y eso le da una seguridad y una estabilidad que uno aprende a apreciar cada día un poco más.
Porque sería muy triste no saber si al final del día alguien nos esperará con una sonrisa o la noche será un largo y oscuro trayecto que habrá que recorrer a solas.
Cuando uno se instala confortablemente en la amable sucesión de los días y todas las cosas que ama hallan al fin su lugar, entonces, bienvenida sea la monotonía.

viernes, marzo 14, 2003

Estos días se convierten en una continua espera.
Las horas se hacen demasiado largas y vacías, el día pasa y no hemos hecho nada, porque no hay nada que pueda hacerse mientras se espera.
Toda nuestra vida se ve decisivamente condicionada por ese objetivo que aguardamos, más aún cuando sabemos que ya nada depende de nosotros, que uno ya hizo lo que le correspondía y ahora se siente impotente, incapaz de acercarse a la meta, inseguro de si llegará, y nos cuestionamos todo nuestro esfuerzo, volvemos a pensar lo que hicimos, lo que pudimos haber hecho y no supimos, y desearíamos poder volver atrás para cambiar muchas cosas, corregir tantos errores que entonces no veíamos y que empiezan a hacernos pensar que tanta espera sin descanso será finalmente en vano.
Cualquier cosa que empezamos tenemos que abandonarla enseguida, porque, aunque no queramos reconocerlo y tratemos sin éxito de evitarlo, nuestra mente está en otro lugar.
Así que estos días no hago nada, no puedo hacer nada, por lo que ya apenas lo intento, y conforme se acerca el momento definitivo uno piensa que no lo logrará y volveremos a caer una vez más en el desencanto.
Quizás sea mejor así. Que el fracaso no nos pille desprevenidos. Aunque yo ya me estoy acostumbrando a él.
Porque quien espera no puede hacer nada, por eso quizás no he hecho tampoco nada con mi vida, pues ya sabemos que la vida no es sino una larga y hueca espera.

jueves, marzo 13, 2003

No me cuentes que hoy fuiste a clase, que anoche saliste por ahi, que tal película te gustó o no. ¿No te das cuenta que tu vida es igual que todas, que a nadie le importa lo que digas o hagas, que da igual si tu equipo ganó, si perdiste una batalla más, si nadie te quiere, si llueve o hace sol?
Siempre hay gente que se empeña en contarte su vida, como si a alguien le interesara. A mí no me interesa ni la mía, cómo me va a importar cualquier otra, y me avergüenzo de la mayoría de las cosas que digo, de explicar detalles carentes de interés, de que mi desnudez aburra. Pido perdón por ello.
Muchas veces, soy débil, lo confieso, siento la tentación de lo vulgar, de dejarme llevar por una vida fácil y anodina, de arrastrarme entre la ignorante masa anónima como uno más, como uno menos. Ser capaz de levantarme cada mañana sin preguntarme por qué lo hago.
Miro a la gente que sonríe ingenua creyéndose felices, esclavos de un mundo que no consiente lo diferente y niega la realidad, y a veces me apetecería, aunque fuera sólo por un momento, estar en su pellejo, ser común, vulgar, mezquino, e incluso divertido, ventajas que concede la inconsciencia.
Pero sé que no es posible, pues ya dijo el poeta (como se dice cuando no sabes quién lo dijo) que temperamento es destino. Y a mí me tocará seguir lamentándome, sufriendo el dolor de estas interminables horas vacías cuando ellos, allá en el parque, pasean confiados alegremente sin temor ni conciencia, empeñados en recordar y ser recordados, mientras yo aquí, como cada noche, me complazco una vez más en el solitario placer del olvido.

martes, marzo 11, 2003

Como un adolescente para quien todo es nuevo,
que no tiene aún el feo vicio de comparar,
huérfano de un tiempo pasado que añorar,
que intentaba torpe el amor como un simple juego.
Sintiéndose culpable de todo lo que siente,
perdido en un mundo hostil que niega sus secretos,
descubriendo que también duele y mata lo bello,
y que de casi todo lo que hace se arrepiente.
Recorriendo exhausto sin fe un eterno presente
imagino aquello que no alcanzo a recordar,
si siempre tan triste vivir fue en este lugar,
si tan honda la herida que nos deja lo ausente,
y no sé bien siquiera qué es lo que ahora siento,
me pregunto si acaso el amor era esto.

lunes, marzo 10, 2003

Es tarde. Pero no hay prisa.
La mayoría la tienen para no ir a ningún lado y sé que a donde yo voy sólo se llega solo y despacio, alejándome del ruido y la precipitación de los demás. Hay tiempo. Demasiado tiempo.
No, no me dejaré llevar más por algo en lo que no creo, y no creo en nada ajeno a mí o casi.
No me dejaré vencer por una sombra.
Ahora que nadie me impone ritmos de vida ajenos, me sumerjo en la serenidad de estas horas infinitas mientras la ciudad y la memoria duermen, cuando me siento más mío que nunca, no acato normas externas y me siento libre, aunque sea un espejismo, sin miedos ni complejos, porque no tengo que pedir perdón por mis deseos, sólo la cobardía es culpable.
Pero no tengo prisa, para mí ya no existe el tiempo, todas las horas son iguales, ahora ya, que da igual que sea lunes o marzo o tarde.

domingo, marzo 09, 2003

Después de estar todo el día de aquí para allá (más allá que aquí), y de pasarme las horas pensando en qué podría escribir hoy (esclavitudes de los blogs), cuando al fin a última hora había tenido alguna idea salvadora esbozada a toda prisa en un papel, llego aquí y tras leer vuestros comentarios prefiero dejar ese post para otro día y dedicarme a intentar explicar esta sensación que ahora tengo, saltándome todas las promesas que me hice de no convertir este diario en una simple descripción de mi vida y de mi estado de ánimo de manera tan personal que a nadie pudiera interesar.
Un día cualquiera uno decide escribir unas líneas para que las lea algún amigo, incluso algún enemigo, (uno cree tener sus razones) tal vez como una broma o como un pasatiempo y pasa el tiempo y sin saber cómo empieza a aparecer gente que te comprende cuando ni tú mismo lo haces, que te lee sin esperar nada a cambio, que te escucha cuando ya nadie escucha, que incluso se toma la molestia de dejarte unas líneas de apoyo o de ánimo y que se siente igual que tú, y uno se siente como yo en esta noche, acompañado por personas como tú aunque no las hayas visto nunca, y siente que gracias a este inocente y torpe ejercicio de supervivencia uno está menos solo en el mundo.
Bueno, creo que me estoy liando, y yo solamente quería decir GRACIAS.

viernes, marzo 07, 2003

Uno, a veces, se mira al espejo y no se reconoce,
siente que alguien, desconocido y vulgar, ha usurpado su cuerpo y busca tras la imagen ajena que le observa sin lograrlo a aquel que fue en días sin duda mejores.
Uno, a veces, se da cuenta de lo lejos que quedaron sus sueños y de las enormes diferencias que hay entre lo que ansiaba ser y este personajillo gris y sin importancia en que se ha convertido.
Uno reconoce que es tarde para casi todo aunque no hubo tiempo para casi nada y reniega de esa vida anodina y cruel que ha llevado casi sin saberlo, poniendo la esperanza en un futuro que nunca llegó pero que ya ha pasado, y siente que uno ha gastado todo su esfuerzo en nada.
Y en ese momento uno maldice su vida y piensa que quizás hubiera sido mejor no haber nacido, y siente rabia por haber olvidado cómo llorar.
Por eso uno prefiere huir de los espejos.

jueves, marzo 06, 2003

Estoy aquí de nuevo, con todo el tiempo del mundo a mi disposición y no me decido qué hacer con él.
El problema de tener tanto tiempo libre es que quieres hacer algo importante con ese tiempo, hacer que sea algo útil y no dedicarte sólo a verlo pasar tranquilamente como podías hacer sin mala conciencia cuando tanto escaseaba.
Ahora cualquier opción me parece inapropiada, nada me satisface, sé que tengo aquello que muchos desean, pero tampoco ellos sabrían qué hacer si dispusieran de todo el que quisieran.
Y es que todos creemos saber lo que querríamos hacer si tuviéramos tiempo pero cuando lo tenemos no sabemos cómo hacerlo o simplemente no nos atrevemos.
Me pesa la responsabilidad de saber que puede que no haya muchas oportunidades más como ésta y que puede que éste sea el último tren que pasa por mi puerta. Pero no quiero sentirme con la obligación de subirme a un tren que no deseo, que no es el mío.
Por ahora me lo tomo con calma. No me pongo nervioso con facilidad y trato de ver siempre el lado positivo de las cosas cuando lo tienen.
Y si algo no me gusta, pues lo olvido y punto.
Eso sí, ya no tengo excusa para no aparecer por aquí con frecuencia.
Ni tú tampoco, por cierto.

sábado, marzo 01, 2003

En estos días inciertos que recorro en temeroso silencio, todo sabe a despedida.
He de enfrentarme a un futuro que no existe pero que debo construir sin saber cómo.
En todo lo que hago está presente la idea de que serán las últimas veces que lo haga y eso lo tiñe todo de un tono gris y amargo, y el mundo parece más feo y peor.
Tendré que renunciar a la amable rutina de lo cotidiano, volver a lo imprevisto, a tener que hacer de cada día algo diferente y a encerrarme en un largo túnel al que no veré salida.
Cada gesto repetido innumerables veces, al principio con torpeza y desgana, ahora ya con familiaridad y agrado, dejará de ser necesario y habré de inventar nuevos modos de vivir, ensayar nuevas costumbres redentoras que siempre me parecerán peores, y este tiempo que mientras duró se me antojaba oscuro y triste, será un paraíso en la memoria.
Estos días perdidos para siempre no hallarán el modo de volver, y aunque aún no ha acabado,
ya empiezo a echar de menos todo esto.