jueves, abril 30, 2020

Retomaremos poco a poco la normalidad, recuperaremos nuestras costumbres con cautela dando pasos tímidos adelante y a veces también hacia atrás, acuciados por las dudas como exploradores inexpertos que temen equivocarse de ruta y no alcanzar la fase final. Disfrutaremos de placeres que habíamos olvidado, los solitarios y los compartidos, abrazaremos sin rencor a quien nunca nos abrazó, nos quitaremos las máscaras para mostrar sin miedo una sonrisa, caminaremos despacio descubriendo a nuestro alrededor sonidos y colores diferentes que nos devuelvan la fe en el mañana. Desconfinaremos sentimientos encerrados en lo más profundo, recorreremos lugares donde fuimos felices y gritaremos allí donde solíamos gritar, convirtiendo el recuerdo en realidad. Volveremos a ser lo que fuimos, con menos pudor y más ganas, y al fin, nos encontraremos de nuevo por vez primera, intentando recuperar lo perdido, dispuestos, esta vez sí, a no perder el tiempo nunca más. Nos miraremos un instante dubitativos, desconfiando del recibimiento, y sonreiremos tímidamente, un poco avergonzados al principio, tratando de que no se nos note todo lo que nos hemos echado de menos.

martes, abril 28, 2020

Tienes todo el derecho a estar mal. Nadie te va a decir cómo tienes que sentirte o lo que debes pensar. No tienes ninguna obligación de ser feliz ni mucho menos de parecerlo. Si miras a tu alrededor, no hay demasiados motivos para el optimismo. Estoy harto de mensajes triunfalistas, de ese positivismo impuesto de moda, de autoengaños forzados y esperanzas postizas. No quieres escuchar más palabras bonitas sin sentido ni promesas falsas. Ningún consejo ni un reproche y mucho menos una bronca. No necesitas que nadie venga a salvarte ni a guiarte por el buen camino. No pidas perdón por ser como eres ni te arrepientas de tus pecados consentidos. No te sientas culpable por ser tú mismo y no como otros quieren que seas. Tómate el lujo de estar triste, de llorar si hace falta, de tener dudas y miedos, sin que nadie, ni tú mismo, censure tu actitud. Porque tienes derecho a sentirte mal y a seguir respondiendo “Estoy bien” cada vez que te pregunten.

lunes, abril 27, 2020

Decimos “cuando todo esto acabe” como si todos nuestros problemas fuesen a desaparecer con el fin de la cuarentena, como si la pandemia fuera una cura definitiva para todos nuestros males, la solución ideal que estabas esperando. Pero no, cuando “todo” acabe, “todo” será como era, o incluso peor, y volverás a tu absurda vida sin sentido, vulgar y aburrida, a esa misma sensación de fracaso al amanecer, a la enfermedad del domingo por la tarde, al vacío constante en tu pecho y esa angustia sin fondo que te hace perder el aliento. Abandona las expectativas para evitar una nueva decepción. No va a cambiar nada en tu vida, ni para bien ni para mal, tal vez pequeños retoques sin importancia que no alteran el resultado, y te darás cuenta de que lo tuyo no tiene remedio. Seguiremos solos y confundidos, indefensos ante la incertidumbre y perdidos entre la multitud sin nadie que hable tu idioma, mientras aún buscamos algo a lo que aferrarnos, una fe, una vocación, una mano... “Cuando todo esto acabe” volveremos a caer en todas las trampas, nos desvelarán las mismas preguntas sin respuesta, cometeremos más errores y seguiremos siendo tan ingenuos y estúpidos como siempre.

sábado, abril 25, 2020

En momentos así nos sentimos defraudados por la realidad y nos enojamos como si el mundo nos debiera algo, creyendo que nos merecemos una vida mejor aunque no hayamos hecho mucho para ganárnosla. No nos paramos a pensar si los demás acaso merecieron sus problemas, algo en nuestro interior nos hace creer que probablemente así sea, pero con nosotros no, con nosotros el universo se ha equivocado y esperamos sentados a que rectifique sin hacer nada por que eso suceda, exigiendo que no se demore demasiado y a ser posible nos presente una disculpa en forma de golpe de suerte que nos devuelva con creces todo lo que nos hurtó sin ningún derecho, como si quisiera vengarse de nuestra ridícula presunción y soberbia. Nunca agradecimos lo que gozamos sin merecerlo, no valoramos lo irrepetible, dejamos que el tiempo nos despojara de nuestras más preciadas posesiones mientras nos conformábamos diciendo que lo mejor estaba por llegar, ignorando que lo mejor era ya aquello. Pero ahora, cuando las cosas no responden a lo que habíamos planeado y las dificultades arrecian, clamamos al cielo por la injusticia que está cometiendo, incapaces de comprender que es la noche la que hace al día y el ruido al silencio, que nada nos pertenece y que el futuro es siempre una incógnita imposible de resolver. Por eso deberíamos vivir como si el mundo fuese a acabar mañana, sin pedir responsabilidades ni dejar nada para luego, no quedarnos con las ganas de intentarlo y no guardarnos nunca más, por miedo o por desgana, un abrazo, un tequiero o un beso.

miércoles, abril 22, 2020

El lugar al que pretendes volver no existe, porque tú ya no eres el mismo y lo que llamas normalidad es solo un recuerdo o una utopía. No se trata de volver atrás sin más, sino de empezar algo nuevo. Recordar el ayer solo nos hará más daño. El futuro no será volver al pasado, pretender regresar a él es una locura o una quimera, empeñarse en retomar tu vida tal y como la conocías, un error fruto de la ingenuidad o el deseo. Ya lo dijo aquel, al lugar donde fuiste feliz no debieras tratar de volver. Habrá quien ya no esté, quien haya cambiado tanto que no lo reconozcas, quien al principio finja alegrarse de verte un rato y quien te haya olvidado sin mucho esfuerzo. Confieso que tengo miedo de enfrentarme a lo que dejé ahí afuera y encontrarme más solo que aquí dentro. Saldré con pasos tímidos temiendo confundirme buscando lo que no existe, pero pisaré las calles nuevamente con la esperanza de renacer ligero de equipaje y con la mirada serena, abrazaré a los que me esperan y lloraré por los ausentes, mientras algunos seguirán en vano buscando culpables. Pero no importa que ese lugar no sea el mismo o que no quede casi nadie de los de antes o hayan cambiado, porque no quiero volver a la normalidad, sino construir un nuevo hogar donde sentirme a gusto, rodeado de aquellos que me acompañaron y quienes me esperaron sin exigencias. Allí os espero.

domingo, abril 19, 2020

La distancia es solo una condición. No nos determina, no nos define, no nos aleja, no marca la dirección, solo es parte del escenario. Puede cambiar las reglas pero no suspende la partida. Todo es cuestión de voluntad, de encontrar nuevas posibilidades que salven los obstáculos y no someterse a las circunstancias sin rebelarse, buscar siempre el modo de mantener la conexión y no dar nada por perdido. Solo está lejos lo que no echamos de menos.

viernes, abril 17, 2020

Casi siempre es una cuestión de valorar lo que se gana y lo que se pierde, evaluar riesgos y posibilidades y asumir las consecuencias. No es nada nuevo ni difícil de entender. Vivir, ya lo sabemos, es arriesgar. Nunca tendremos la certeza de acertar en nuestras decisiones. Si buscas un mundo seguro, no es este. Sé que si cojo el coche puedo tener un accidente, si abuso de ciertos alimentos puedo padecer enfermedades, si fumo, si bebo, si voy por la calle puede caerme una cornisa en la cabeza y que si voy al supermercado puedo contagiarme. Eso es algo que ya sabíamos y asumíamos sin problema. Parece que hemos descubierto ahora el miedo, pero solo lo habíamos olvidado. Siempre ha sido así y siempre lo será. Se trata de tenerlo domesticado para que no degenere en pánico y parálisis permanente. En nuestra soberbia, nos habíamos creído inmortales. La incertidumbre existirá siempre, el peligro acecha a la vuelta de cualquier esquina. Esa es la condición humana, la vulnerabilidad, la fragilidad, y pese a todo, afrontar esa realidad con firmeza. Esa es nuestra desgracia y nuestra fortuna. Los dioses envidian a los hombres. No podemos quedarnos mirando la vida desde el balcón ni dejar que el miedo se convierta en nuestra prisión, aunque eso nos exponga a peligros insospechados. No podemos quedarnos parados por miedo a errar el próximo paso y continuar sentados por miedo a caer al levantarnos, no podemos conformarnos con ver el partido desde el banquillo. No hemos venido aquí a empatar. Cuando salgamos ahí afuera, lo haremos sabiendo que no estamos exentos de riesgo, pero que eso no nos impida disfrutar esta fugacidad.

lunes, abril 13, 2020

Hablemos del milenarismo. No pretendo dar voz a los agoreros que piensan que esto es el fin del mundo, pero entiendo que las cosas cambiarán para bien o para mal. Puede que esto no sea el Apocalipsis y que el mundo como tal no se acabe ni la Humanidad vaya a desaparecer de la faz de la Tierra, pero sí es, o debería serlo, un punto de inflexión, el final de cierto modelo de relaciones sociales y económicas. La vida después de la pandemia será por fuerza muy diferente a la de antes. Un mundo complejo en el que habrá que hacer frente a la aparición periódica de nuevas epidemias, a los efectos catastróficos del cambio climático y la contaminación, al auge de los autoritarismos, a la lucha por la escasez cada vez mayor de recursos, a la afluencia masiva de refugiados al mundo occidental, al peligro de un accidente o una guerra nuclear, a la amenaza del terrorismo, a la superpoblación del planeta y a las rivalidades geopolíticas. El capitalismo liberal está en quiebra, la globalización en entredicho. Muchos lamentan lo que se perderá, otros proclaman la necesidad de corregir errores sempiternos y ven en esto una oportunidad. Cada cierto tiempo se hace imprescindible una renovación que depure males y vicios ancestrales y hacer limpieza a fondo para afrontar los nuevos retos. Las pérdidas serán irreemplazables y tendremos que acostumbrarnos a vivir según unas nuevas reglas. De nada sirve lamentarse, más valdría aprender a moverse en el nuevo tablero de juego. El nuevo mundo será también imperfecto, pero de otra manera, ni mejor ni peor, sino diferente. Cuando salgamos a la calle vamos a encontrarnos un mundo muy distinto al que conocíamos. Las relaciones interpersonales serán distintas, las formas de vida cambiarán, los modelos de ocio y trabajo se transformarán por completo. Puede que no sea el fin de los tiempos, pero se parece bastante a algunas de nuestras peores pesadillas. Si no damos un cambio brusco en el rumbo, el mundo va a ser un lugar complicado para vivir. Asumir los cambios es el primer paso necesario para mantenerse a salvo y despierto. Quien se resista a hacerlo no será capaz de adaptarse a la nueva realidad. Tendremos que construir una sociedad diferente que no se base en el aumento del bienestar material y el progreso tecnológico. Un mundo tal vez más humano. Pero, aun a riesgo de que me llamen pesimista o algo peor, no nos hagamos ilusiones, o como diría Stanislaw Lem “No esperéis demasiado del Juicio Final”.

domingo, abril 12, 2020

Si de algo estoy lejos es de lograr el ansiado equilibrio tras el cual voy dando bandazos de un extremo a otro sin frenos ni dirección. No consigo un poco de estabilidad emocional que serene mi ánimo desbocado y me guíe por el buen camino. Lo que hoy pienso mañana puede quedar superado y creer todo lo contrario. Mis ideas varían a una velocidad inusitada, por lo que soy incapaz de defender lo que pienso ante nadie, ni tan solo ante mí mismo. Es el fruto de mi manía permanente de dar mil vueltas a todo, lo que me hace encontrar siempre nuevas interpretaciones a lo que pasa, a lo que hacen, a lo que dicen, tratando de hallar una explicación válida a actitudes y comportamientos extraños que no llego a entender por más vueltas que le dé. Analizo las palabras dichas y los silencios elocuentes y no encuentro concordancia entre el sujeto y lo predicado. Sé que es difícil pedirle coherencia al mundo, que el universo está regido por la entropía y que las personas son volubles, cual pluma al viento. No puedo reprochárselo a nadie, pues yo también soy inestable y caprichoso, puedo pasar de entregarlo todo a cambio de nada a no dar ni la hora, según me demuestren. Paso del amor al odio en cinco minutos, de la euforia a la decepción, del cielo al infierno directamente sin pasar por la casilla de salida, de la dependencia a la indiferencia, pero aun así, sigo empeñado en buscar ese centro de gravedad permanente que no varíe lo que pienso de las cosas, de la gente.

 

viernes, abril 10, 2020

Es un error convertir tu vida en una sala de espera. Pensar continuamente en lo que haremos “cuando todo esto pase” mientras nos entretenemos con ocupaciones vanas que no nos complacen. Hacer planes magníficos que nunca cumpliremos, mirar el calendario a cada instante intentando que pasen rápido los días. No podemos dejar que transcurra el tiempo sin más, despreciando el presente en pos de un futuro incierto. No tiene sentido poner los ojos en el mañana sin preocuparnos por los que podríamos estar haciendo ahora en lugar de lamentarnos. Durante unos días he cometido ese error común y me he dejado dominar por el miedo y el deseo por lo que vendrá. He recorrido las horas con angustia imaginando posibles escenarios desoladores y he sentido la urgencia de que el tiempo pase. Pero a partir de ahora, quede el tiempo que quede, voy a centrarme única y exclusivamente en el momento presente, dejaré de hacer planes y conjeturas e intentaré sacar todo lo bueno que mi realidad me permita, sin aplazar placeres ni pretender acelerar el tiempo, sin hacerme trampas para engañarme a mí mismo con promesas falsas, sin prisas ni imposiciones pero con todas mis ganas. Por fortuna no tengo mucho por lo que lamentarme. Lo que haya de ser será y quien no esté hoy tampoco estará mañana. Esta es mi vida actual y no reniego de ella. Este abril hermoso y cruel. No voy a dejar que nadie me lo robe.

lunes, abril 06, 2020

Siempre debimos protegernos más, tomar precauciones al hablar con desconocidos, evitar el contacto directo sin establecer barreras higiénicas y practicar con destreza el distanciamiento. Hemos pasado por alto pecados veniales, besado sin recato a Judas sin escrúpulos y abrazado a mentirosos patológicos sin cuestionar sus intenciones. Hemos atravesado líneas rojas con descaro, caminado descalzos sobre cristales rotos y cruzado la calle sin mirar a los dos lados y ni siquiera nos hemos lavado bien las manos después de meterlas en el fango. Hemos confiado en quien nos negó más de tres veces, pagado a traidores baratos y seguido ciegamente a quien nos abandonó a oscuras en medio del camino de la vida. No olvidaré esta lección. Me la repetiré varias veces cada mañana como un mantra redentor antes de salir de casa y la obedeceré escrupulosamente como si se tratase de una prescripción médica. Seré más pulcro en las relaciones personales para mantenerme en pie, desinfectaré mi vida con frecuencia para evitar contagios indeseados, me volveré de hierro para endurecer la piel y daré a cada uno lo que se merece, sobre todo a mí mismo.

sábado, abril 04, 2020

No vamos a ser mejores después de todo esto. No fantasees con ingenuas presunciones. Olvidaremos pronto lo ocurrido y volveremos a nuestros temores y ambiciones. Es posible que cambiemos algo durante un tiempo, nadie sale indemne de la batalla, pero en todo caso no será para mejor sino para volvernos más egoístas y desconfiados, creyendo que eso nos protege. Tomaremos más precauciones, pondremos más distancia y erigiremos barreras. Seremos más recelosos e incrédulos, buscaremos salvar lo nuestro y miraremos con desdén lo ajeno. Escocerán de vez en cuando las heridas, sangrarán a veces los recuerdos, pero seguiremos adelante sin detenernos a pensar en lo que perdimos, fingiendo que no tenemos miedo, y ni siquiera nos preocupará tener sucias las manos o la conciencia. Cuando todo esto pase, quedará en nuestro interior un recuerdo lejano y enseguida nos olvidaremos de los más necesitados, abandonaremos los buenos deseos, dejaremos de ayudarnos y no visitaremos a los abuelos. Volveremos a tener prisa, encontraremos mil excusas para no hacer lo que queremos y no tendremos tiempo ni ganas para tomar un café o dar un beso. Seguiremos creyendo que somos los mejores y nos merecemos todo lo que tenemos y que lo nuestro debe ser siempre lo primero. Despreciaremos a quien no ha logrado todo lo que nosotros hemos conseguido y trataremos con soberbia al diferente. Veremos el peligro en cada esquina, en cada rostro, en cada piel, sobre todo si es distinta a la nuestra, y exigiremos y criticaremos constantemente a aquellos que hoy aplaudimos. Pediremos que nos arreglen lo nuestro y nos despreocuparemos de los problemas ajenos. Puede que las buenas intenciones nos duren unos días, unas semanas a lo sumo, pero acabaremos comportándonos igual que siempre y creyendo que nunca más va a pasar nada malo. No, no vamos a ser mejores, ni más generosos ni afectuosos ni sinceros. Volveremos a ser los mismos pobres cretinos de siempre, incapaces de ver más allá de sus narices. Aprenderemos una gran lección que olvidaremos en dos días, aunque no quieras creerlo, tú y todos, y yo el primero.

jueves, abril 02, 2020

Es importante definir cuáles son para ti las actividades esenciales, aquellas que necesitamos para seguir viviendo, aunque discrepo del criterio empleado. Como siempre, confundimos lo importante con lo material, lo útil con lo necesario. Me pregunto cómo algo así puede regularse por decreto. Si de verdad estuvieran permitidas todas las actividades esenciales correríamos ahí afuera a abrazarnos sin demora, saldríamos a correr al campo para respirar, visitaríamos a nuestros familiares, llenaríamos los parques para jugar con los niños, quedaríamos con nuestros amigos para compartir risas y confesiones... El confinamiento nos ayuda a distinguir cuáles nos son realmente necesarias y de cuáles podemos prescindir sin lamentarnos demasiado, y nos sorprende descubrir que algunas no son lo que cabría esperar. Acostumbrados a sobrevivir sin muchas de las cosas que creemos imprescindibles, nos adaptamos a las imposiciones tratando de asumir la realidad con entereza, aunque a veces duela demasiado. Considero que hay más motivos justificados de los que quieren hacernos creer, causas de fuerza mayor muy personales que nadie más puede entender y que no dependen de nuestra voluntad. No siempre es fácil decidirlo y por supuesto no son las mismas para todos. Últimamente no paro de preguntarme qué haré cuando acabe la cuarentena, seguramente no sea lo mismo que todos están deseando hacer, tal vez prefiera ir poco a poco y conservar lo bueno que he descubierto aquí dentro, incorporándome a mi rutina con naturalidad para no provocar una situación incómoda o traumática que me haga añorar mi celda. Porque he de confesar que temo mucho a lo que pueda encontrarme cuando salga. No puedo evitar el miedo a que el distanciamiento no sea solo un paréntesis, a que no me echen de menos y el olvido imponga sus normas, y que cuando todo vuelva a la normalidad no haya nadie ahí afuera a quien abrazar.

miércoles, abril 01, 2020

Estos días hay momentos para todo, para el optimismo y para la desesperación, para la esperanza y el desconsuelo, para la diversión y el aburrimiento. Paso a toda velocidad de la euforia a la depresión pasando por la indiferencia. Recorro el espectro completo de estados de ánimo dieciocho veces al día, procurando no caer en ninguno de ellos de forma permanente para no quedarme estancado en la apatía. Es como si estuviera viviendo todas las emociones habituales por las que atravieso a lo largo de mi vida pero de forma acelerada, a pesar de que el ritmo de actividad se haya detenido, tal vez precisamente por eso. Cuanto menos hago más pienso, y las emociones se disparan en un continuo subir y bajar que me deja exhausto aunque no haga nada durante la mayor parte del día. Cuando llegan los problemas te das cuenta de todo lo que hiciste mal, y de repente aparecen con toda claridad ante ti las respuestas a viejas preguntas que ya no son válidas, poniendo en evidencia tus carencias más profundas. Enfrentarte a la realidad cara a cara sin subterfugios te obliga a reconocer todo aquello que te falta y admitir que casi siempre es culpa tuya, cuando ya no puedes excusarte con mentiras prestadas o distraer la atención con ocupaciones burocráticas. Y todo eso que no tienes se convierte ahora en lo más preciso, aquello que abandonaste sin pensar, lo que perdiste por descuidarlo demasiado, lo que nunca buscaste porque no echaste en falta. Si pudieras volver atrás, te dices en un juego ingenuo en un instante de debilidad, no cometerías sin duda los mismos errores de los que hoy te avergüenzas, sabrías cómo poner remedio con suma facilidad a estos tus males actuales, repararías las grietas inadvertidas por las que se escapó sin darte cuenta lo que tanto echas de menos y tu vida ahora sería más plena, más intensa, más completa. Es fácil descubrir los errores del pasado cuando conoces el resultado. Pero ahora solo te queda este lamento solitario que nadie escucha e intentar evitar que mañana tengas que arrepentirte de lo que no estás haciendo y llorar en vano por tu inmensa estupidez.