miércoles, octubre 30, 2002

A veces tengo breves destellos en los que aparece alguna imagen del pasado. Últimamente me visita de forma continuada una de ellas, tan sencilla como importante. Es un osito de peluche bastante corriente, sin nariz ni boca y un ojo medio arrancado. Lo he buscado por casa pero no aparece. Me veo en esas imágenes jugando con él, dormido abrazándolo o sencillamente con él en las manos, y esas escenas me provocan una sensación olvidada, mezcla de felicidad y nostalgia que no logro sentir por ninguna otra cosa.
Me hace pensar en una película que vi el otro día. Ese osito común y hasta feo es mi Rosebud. Creo que todos, amnésicos o no, tenemos uno. Un objeto del pasado con el que fuimos felices, que puede parecer insignificante, pero al que amamos por encima de todas las riquezas, comodidades o satisfacciones que nos pueda otorgar el presente. Bueno, no lo explico bien, pero si has visto esa película ya sabes a lo me refiero.
Sé que tú también tienes uno y me gustaría que me lo contaras.
Cuál es tu Rosebud.

martes, octubre 29, 2002

A veces pienso que debería dejar de hablar de mi problema, incluso dejar de considerarlo como tal. En no regodearme en mi amnesia. No salir más al encuentro de mi pasado, y aunque, como decía el poeta:
“Alguien puede llegar, venir de pronto,
no sé quién, conociendo
más que yo de mi vida”
asumir ese riesgo con naturalidad, porque es algo que nos puede pasar a todos y no me considero con el derecho a seguir lamentándome por algo que, aunque triste, es común a todos.
A partir de ahora mis días deberían consistir en
“tratar de hacer habitable el olvido”
y empezar un camino nuevo, distinto de todos los que haya podido transitar, mirar cara a cara ese mar de niebla que surge ante mí indescifrable y retador y
“dejar atrás la inmensa
extensión del olvido”.
Pero mientras me decido qué hacer, aún sigo empeñado en lo desconocido.
Tenías razón, un mal día lo tiene cualquiera.
Uno bueno es más difícil.

lunes, octubre 28, 2002

¿Cómo has llegado hasta aquí?
Buscabas alguien que te dijera algo de ti mismo y no te agobiase con sus banales historias cotidianas.
Quizás sólo querías sentirte acompañado en la noche imposible cuando la soledad es más rigurosa.
Alguien que te dijera lo que estás dispuesto a escuchar, algo en lo que pudieras reconocerte sin pudor.
Alguien que supiera cómo te sientes porque él se siente igual.
Leer una cosa y al acabar tener ganas de empezar de nuevo,
una forma de mirar el mundo como tú lo haces,
un desconocido que hablara de cosas que te resultan demasiado familiares
sin tratar de impresionarte ni creerse mejor que tú ni que nadie.
Una isla solitaria en el océano oscuro,
un hogar en medio del caos,
el descanso de un murmullo sigiloso acariciando tus ojos cansados por tanto ruido impertinente,
un vaso de sed entre tanta calma...
Me gusta pensar que es eso lo que te trajo a este lugar perdido.

O quizás simplemente es que te has equivocado.

domingo, octubre 27, 2002

Cuando lo había perdido todo te encontré a ti.
Y ahora no concibo una vida anterior en la que tú no estuvieras.
Prefiero creer que no existió un antes.
No quiero haber vivido en un mundo en el que no te conociera.
Gracias por haberme dado sentido.



Alguno lee esto preguntándose (o incluso preguntándome) cómo acabará todo, si encontraré mi pasado, si recuperaré la memoria algún día o todo desaparecerá en el olvido. Sólo puedo contestarles que no sé más que ellos y que yo deseo aún más saber lo que deparará el futuro, digo, el pasado.
Pero sí tengo claro que al final, da igual si antes o después, todo terminará desapareciendo en el olvido. No soy diferente en eso. Y eso le resta importancia a lo que ocurra.
Una frase leída en algún sitio:
“Acumulamos recuerdos para sentirnos menos solos en el momento de la muerte”, debe ser por eso que me siento el ser más solitario del mundo y, al pensarlo después fríamente, confirmo que tengo razón. Demasiadas opiniones en un mismo sentido para estar todas equivocadas.

sábado, octubre 26, 2002

Una reflexión:
Cuántas veces hemos actuado de una manera u otra guiándonos por experiencias pasadas. Y esa decisión que hemos tomado ha condicionado absolutamente otras futuras y con ello toda nuestra vida posterior, nuestros deseos, pensamientos, sentimientos y temores.
Somos hijos de la memoria. Ella es la que nos ha hecho tal y como somos. A mí también, aunque la haya perdido y con ello sea un huérfano que sabe que ya no recuperará lo que tanto amó.
Y qué quiero decir con toda esta parrafada, te preguntarás.
No lo sé, pero me apetecía decirlo.

Una frase:
Sólo somos lo que aún no hemos olvidado.

viernes, octubre 25, 2002

Hoy he vuelto al lugar donde nací. O más que volver lo he descubierto por vez primera.
Desde que vi su nombre escrito en mi carnet sentí curiosidad por ver si ese lugar me diría algo, si volver al comienzo haría que mi memoria se iluminara repentinamente, y no me había atrevido hasta ahora a ir a su encuentro temiendo lo que podía hallar.
Pero todo lo que he sentido allí lo ha provocado el deseo de recordar y la emoción por descubrir una parte de mi pasado, aunque me resultara demasiado ajena.
Todo allí era extraño para mí, sus calles, sus edificios, sus gentes, todo desconocido. He caminado duratne horas tratando de encontrar algo que me resultara familiar y no lo he logrado. He preguntado a la gente si me conocían y nada. Y he regresado a casa al final del día cansado y abatido prometiéndome no volver más allí.
Mi infancia ha desaparecido para siemrpe dejándome huérfano y sin patria.
Y cuando he llegado a casa y he cerrado tras de mí la puerta del ayer con las manos vacías, me he sentido el ser más triste de este universo inhabitable.
Y me he creído con derecho a sentirme así.

jueves, octubre 24, 2002

Supongo que a algo parecido a esto debe ser a lo que llaman empezar de cero.
Nueva vida, nuevas ocupaciones, nuevas ideas y, cómo no, nuevos amigos.
Desde que comencé a escribir esto (llámalo como quieras, yo aún no sé cómo hacerlo) no he tenido noticias de ningún conocido de mi vida anterior. No sé si no me leen, si no les importo o sencillamente es que no existen ni nunca han existido. Me inclino por la última opción, y eso, contrariamente a lo que podrías pensar, me hace sentir mejor que las otras posibilidades. Sería más triste que existieran y no se preocuparan por mí después de tanto tiempo sin saber nada.
Pero lo que sí ha habido, y es algo que nunca imaginé, son personas que sin haberme conocdio nunca se han interesado por mí y por lo que escribo aquí. Incluso he hablado con algunas de ellas, y me siento bien haciéndolo. Parece que para algo ha servido mi enfermedad o como quiera que se llame.
Parece que esta nueva manera de estar en el mundo va a ser mejor que la anterior. Al menos tengo la vana presunción de que las personas que conozco ahora no me dejarían tirado si me ocurriera algo de esto otra vez. Y eso me da fuerzas para escribir cada día una línea más.
Ahora todo es nuevo para mí, y quién se resiste a las cosas nuevas. Yo no, desde luego.
No tengamos prisa. No desespero si no hay noticias del ayer. Ya sólo me interesan las de mañana.

miércoles, octubre 23, 2002

Yo te recuerdo.
Eras la almohada en que reposaban mis sueños,
la gruta que me cobijó de la lluvia,
la posada del peregrino que perdió la fe,
el oasis que inundaba el desierto.
Te recuerdo como algo bello que leí en algún sitio
y que busco sin descanso en todo lo visto u oído,
resignándome a cada instante
a pensar que te has ido para siempre
y llegando creer en las noches más desgarradas
que nunca has existido.
Yo te recuerdo, felicidad,
aunque he olvidado dónde te conocí
y sé que nunca más seré tuyo.

martes, octubre 22, 2002

Muchos días sin escribir. Es normal. Todos los días son iguales y me resulta absurdo insistir siempre en lo mismo.
Hay a quienes les gusta esa insistencia de la nada diaria, se sienten a gusto instalados en ella, e incluso rechazan cualquier posible cambio que venga a alterar su anodina calma. Y sin embargo les suelen ocurrir cosas, aunque no lo desean.
A mí nunca nada. Me quejo por ello, pero igual me quejaría de lo contrario. Porque soy inconformista por naturaleza, nada me satisface, todo me resulta aburrido, insuficiente o inapropiado.
Me quejo de haber olvidado el pasado, pero estoy seguro de que también me quejaría de demasiados recuerdos. Y a pesar de quejarme de todo no me sirve para nada, así que me quejo de quejarme, me parezco absurdo, supongo que tú pensarás lo mismo. Tranquilo, estás en lo cierto.
¿Acaso hay nada más absurdo que intentar que alguien se acuerde de mí cuando yo no me acuerdo de él?
Alguien que me rescate del olvido.
¿Eres tú?
Házmelo saber.

miércoles, octubre 16, 2002

Todo va mejor.
No, no he recuperado la memoria. Pero ya no me importa.
Así deberíamos hacer con todas las cosas que no tienen remedio. Aceptarlas como vienen y no darle más importancia de la que tienen.
Para qué lamentar lo que no podemos cambiar.
Empiezo a tener una pequeña colección de recuerdos de estos días desde que amanecí una mañana sin pasado. Nací hace un mes con cuerpo y mente de 27 años.
Quizás todo el mundo debería tener derecho a poder borrar todos sus recuerdos cuando lo deseara.
Nadie debería ser esclavo de su pasado. No existirá libertad nunca mientras exista la memoria.
Quién no desea eliminar algo de su pasado. Y ya que no puede hacer que no haya ocurrido, querría al menos olvidarlo.
Pero el olvido es un instrumento que aún no sabemos usar y que actúa sin control sobre nuestra memoria.
Por qué olvidamos cosas bellas y recordamos la pena.
Por qué todo tiene que ser tan complicado.

miércoles, octubre 09, 2002

Es fácil contar la vida de uno cuando le pasan cosas. Lo difícil es hacerlo cuando no pasa nada.
Aun así lo intento cada día. Me pongo a pensar en lo que he hecho y no encuentro nada interesante que decir.
Pienso que igual debería inventármelo, pero no me atrae la idea, para qué serviría. Mejor dejar constancia de esta nada que me visita cada día.
Me aburro y no sé a qué o a quién recurrir. No puedo llamar a nadie y decirle, ey, tío vámonos a dar una vuelta, así que me paso todo el día encerrado en casa sin saber qué hacer. Cada cosa que intento hacer me resulta insoportable enseguida y tengo que dejarla. Abro un libro, miro la televisión, cualquier cosa carece de sentido en mi vida. Mi vida entera carece de sentido.
Al menos ahora puedo achacárselo a mi falta de memoria. Pero ¿a quién culparía antes? Todos buscamos culpables de nuestros males. Somos incapaces de reconocer los errores propios y si lo hacemos nos excusamos poniendo algún pretexto poco convincente.
Pero tampoco hago nada por intentar recordar. Hasta ahora todos los intentos han sido un fracaso, y tú que me lees y me conoces te niegas a ayudarme. Debes pensar que estoy loco o que esto es una broma, pero no sabes cuánto te equivocas. Gracias por nada.
Dicen que hay formas de amnesia que el propio cerebro utiliza como mecanismo de defensa para olvidar algo demasiado doloroso y poder así seguir con una vida normal, pero creo que en eso el cerebro se equivoca. Es bueno recordar el dolor para aprender de él y dejarnos huérfanos de él es hacerlo también del placer.
Desde que perdí la memoria me he vuelto insensible, nada me afecta, lo miro todo con desdén y sin darle ninguna importancia. Me he convertido en un autómata, sin pasado y sin presente, sin dolor ni placer. Al parecer los sentimientos están ligados muy estrechamente con los recuerdos y no existen aquellos sin éstos.
Ahora me planteo si no será mejor seguir así, sin memoria, para no sufrir, que es de lo que se trata.

lunes, octubre 07, 2002

Hoy me levanté muy tarde. No había prisa. Nunca la hay.
He estado todo el día encerrado en casa, mirando la televisión sin enterarme mucho de lo que veía, tumbado en el sofá dormitando sin hacer nada, mirando por la ventana la lluvia caer, tomando café y pasteles compulsivamente, sin pizca de hambre.
Hoy es un día para borrar del calendario. Pero no podré hacerlo porque ni siquiera sé a qué estamos.
Si mi vida anterior era igual que ésta, ahora comprendo por qué no puedo recordar nada.
Simplemente no hay nada que recordar.
Es muy triste. Pero la realidad lo es.

sábado, octubre 05, 2002

A veces recuerdo escenas aisladas pero sin conexión entre ellas. Y tampoco puedo distinguir ningún rostro. Esta es una historia sin personajes ni argumento. El único personaje y argumento soy yo. A quién podría importarle. Por qué sigues leyendo esto.
Cuando el día es nefasto y no soy capaz de levantarme del sillón para salir de casa, mientras afuera la lluvia es una excusa bastante tonta para no hacerlo, cuando estoy todo el día cansado y me pasó la mayor parte del tiempo durmiendo, cuando no me apetece hacer nada y no me sale una palabra si intento escribir algo en este diario, cuando doy el día por perdido, entonces, aún siento la necesidad constante de ti.

viernes, octubre 04, 2002

Los vecinos no me conocen. Llamé a todas las puertas del bloque y las pocas personas que me abrieron decían que no me conocían de nada. Ni siquiera me habían visto nunca.
Me parece muy extraño. Cómo es posible eso.
Empiezo a pensar que he llegado aquí por primera vez. Que nunca estuve aquí antes y que vivo una vida que no es la mía.
Y después...había correo. Menos mal. Ya creía que yo no existía. Pero había muchas cartas a mi nombre, así que me sentí aliviado. Al menos el banco se acordaba de mí. Esos nunca se olvidan de nadie. Publicidad, publicidad, y allí en medio de tanta letra impresa, una carta escrita a mano. Sin remitente.
Me daba miedo abrirla. Tiré todas las otras y me preparé para descubrir algo viejo de mí.
“Hace mucho tiempo que no sé de ti. No sé si te has olvidado de mí o es que ya no te intereso”, al menos para eso tenía coartada, “Desapareciste de repente sin decir nada y no has vuelto a llamar ni has venido a verme”, pero a quién, a dónde “Si en los próximos días sigo sin tener noticias tuyas pensaré que lo nuestro es para ti cosa del pasado y no volveré a molestarte”. Eso era en resumen lo que venía a decir. Firmaba con un nombre tan sencillo como desconocido. Nada más. Ni una dirección ni un teléfono ni una pista de cómo encontrarla.
Me siento como un detective que tiene que desvelar un misterio del que sabe muy poco y se siente impotente e incapaz de resolverlo.
Tengo que encontrarte como sea, pero no sé dónde estás ni quién eres.
Tengo que saber quién eres para saber quién soy.
Pero cómo decirte, amor mío, que tú estás lejos y no hay caminos que lleguen a ti.

jueves, octubre 03, 2002

Hoy me invade el temor inevitable
de enfrentarme a esta nueva manera de vivir desnudo de recuerdos.
He llegado a un camino que conduce hacia un futuro por descubrir
y aún no me he atrevido a avanzar un solo paso.
Me he despojado de todas mis cadenas
y enterrado los escombros de un ayer ingrato,
he derribado los muros que me cercaban
y me siento responsable de todos mis actos.
A quién culparé de mis errores, ahora que todo es nuevo y nadie me obliga a nada.
Ese miedo a equivocarme me paraliza, pero no podemos evitar equivocarnos, cualquier elección es una elección errada. Y no hacer ninguna también lo es. Quizás la peor de todas.
Así que he decidido equivocarme, cuantas más veces mejor y no rendir cuentas ni ante mí mismo, que es a quien más temo.
Lo que más triste me pone es no recordar lo que es ser feliz.
Quizás nunca lo fui.

Creo que muchos de los que leéis esto pensáis que es ficción, que todo es mentira.
Pero qué equivocados estáis.
Todo lo que escribo es demasiado real para que lo creáis.
Pero a veces releo estas notas y me avergüenzo tanto de verme aquí desnudo ante vosotros, que prefiero que sigáis pensando que nada de esto es cierto.

Uno de los mensajes que llegaron me decía que le recordaba a una película “Memento”, así que la vi anoche, pero no encuentro ningún parecido con el protagonista, yo no busco venganza ni tengo ningún interés por conocer mi pasado. Él tiene cada día una nueva oportunidad para empezar de nuevo su vida, yo sólo he conseguido una y no la quiero desaprovechar.
Sí, soy esa abeja en un enjambre desconocido al que no sabe cómo ha llegado pero no le importa si estuvo antes allí, en otro o en ninguno.
Pero anoté una frase de la película que me hizo pensar: “Supongo que sólo puedo hacerte recordar las cosas que tú quieres que sean ciertas”.
Quizás por eso no recuerdo nada.
Porque nada de mi pasado me gusta y trato de negarlo todo.

miércoles, octubre 02, 2002

Llevaba aquí encerrado muchos días con una extraña melancolía de lo perdido, cuando lo perdido es todo.
Y sé que no puedo seguir así siempre, pero no sé qué hacer para salir de esta inercia.
Y de repente, cuando ya pensaba que no había nadie al otro lado del espejo, surge una voz susurrante que me reclama.
Después de dos mails de gente que no me conocía (gracias de todas formas), he recibido uno de alguien que cree conocerme. No entraré en intimidades. Igual se confunde, dice cosas demasiado buenas de mí para que sean ciertas. Quizás me haya conocido pero se haya llevado una impresión falsa de mí. Como todas las que nos hacemos de los demás.
Pero dice algo de un túnel que me ha llamado la atención. Algo que he debido contarle y me resulta familiar.
Y ahora, después de haber leído tu mensaje, me siento como si hubiera salido de ese túnel oscuro del que no veía la luz.
Pero ahora echo de menos mi túnel.

Voy a escribir los versos más tristes esta noche.
Yo no me ando con amenazas. Yo las cumplo.
Siento que te he perdido definitivamente
sin dejarme nada,
ni siquiera un recuerdo que amar
cuando el insomnio duela
y no haya nadie a quien abrazar en mi cama.
Tú, que no sé quién eres
ni sé qué fui para ti,
ni nada de lo que vivimos juntos existe ya.
Tú, que te siento hoy como todo lo que me falta
y cuyo hueco siento tan hondo en mi pecho,
has desaparecido de mi memoria
como si nunca la hubieses habitado.
No es lo peor el amor cuando acaba
sino cuando no deja ni rastro,
y no poder decir ahora que te perdí,
porque no sé si alguna vez te tuve.

martes, octubre 01, 2002

Dicen que el presente es un reflejo del pasado. Pero ¿qué pasa cuando al otro lado del espejo no hay nada?
Hay que construir cada día partiendo de cero. Y no sabemos lo difícil que es eso hasta que nos toca hacerlo. Como pasa con todas las cosas. Siempre las creemos fáciles hasta que las tenemos frente a nosotros. Entonces cualquier grano de arena es un desierto.
Un desierto como este que tengo ante mí.
Tratar de recordar el pasado me puede llevar a conclusiones erróneas. Puede que me venga a la memoria una imagen, un nombre o cualquier cosa y que la tome por real, cuando quizás sólo se trate de algo que imaginé, que soñé o que vi en alguna parte. O que me invento ahora deseando recordar algo.
Es lo malo de la memoria. Que a menudo es un espejo deformado de la realidad. Y no hay que fiarse de ella.
Qué hija de puta la memoria.