jueves, mayo 16, 2024

Con el tiempo aprendes a no esperar nada de nadie y a esperarte cualquier cosa, comprendes que cada cual busca su propio interés y que estamos solos ante la adversidad, que forzar las situaciones solo conseguirá resultados indeseados, muy distintos a lo que habíamos imaginado, que a veces es mejor callar que decir la verdad aunque nos queme por dentro, que la prudencia vence al valor y que hay cosas que conviene olvidar porque no tienen remedio. Solo con los años te das cuenta de que no tiene sentido luchar por un amor o un amigo, pues los únicos que merecen la pena son los que no te suponen ningún esfuerzo. Aprendes a dejar ir a quien no se empeña en quedarse y asumes que quienes se fueron lo hicieron para dejar hueco a los que llegarán. Comprendes que nadie recibe lo que da ni mucho menos lo que merece y aun así debes seguir ofreciendo todo sin pedir nada a cambio para conseguir algo, que las promesas no son más que palabras y las palabras casi nunca significan lo que creemos. Solo con el paso de los años uno aprende a no preocuparse por un futuro que casi nunca es como imaginábamos, y empiezas a vivir como si no tuvieses nada que perder, pues en el fondo nada importa demasiado. Y llega un momento en que al fin eres capaz de perdonar a quienes te despreciaron, humillaron u ofendieron, porque en realidad no sabían lo que estaban haciendo y probablemente ya pagaron de sobra por ello. Reconoces que no es lo mismo estar contigo que junto a ti y comprendes la diferencia entre ser, estar y parecer, admites que la soledad es mejor que la mayoría de las compañías y decides quedarte con quien no pretende corregirte ni salvarte. Pero por desgracia, aprender todo eso, casi siempre conlleva mucho tiempo, dolor y lágrimas.


 

domingo, mayo 12, 2024

Me rebelo contra la resignación que destruye mi inocencia, detesto mi habitual conformismo y pasividad que me convierten en cómplice, siento asco, pena y vergüenza cuando las imágenes de guerra, muerte y destrucción no consiguen remover mi interior ni provocar más que un leve rechazo pasajero, acostumbrado a ellas como a la mentira cotidiana; cuando me cruzo por la calle con personas que sufren sin que hagamos nada por ellas, cuando desvío la mirada ante quien necesita ayuda o si alguien de mi entorno lo pasa mal y no le ofrezco mi apoyo, cuando miro para otro lado y justifico el engaño, cuando comprendo al vago, al pícaro o al tramposo, cuando tolero al mentiroso, cuando no alzo la voz contra la injusticia, cuando asumo como normal lo que no debería suceder jamás, cuando pongo excusas para no mover un dedo, cuando no me conmueven las lágrimas ajenas, cuando todo a mi alrededor se derrumba y no cumplo con mi parte, cuando por egoísmo, comodidad o miedo renuncio a luchar contra los tiranos que nos someten y asumo la tragedia como inevitable sin cuestionármelo, cuando me encojo de hombros diciendo “¡Y qué puedo hacer yo!” Siento que mi actitud me empequeñece, mi cobardía me desautoriza, mi silencio me condena, y reniego de mí mismo cuando consiento, callo u olvido... porque me niego a acostumbrarme, porque, pese a todo, aún sigo empeñado en evitar que el dolor me sea indiferente.



sábado, mayo 04, 2024

Una de las cosas que considero importantes, quizás la más importante, es conocer en todo momento cuál es tu lugar, no pretender ocupar una posición que te es ajena ni tratar de desempeñar un papel que no te corresponde. Dicho así parece sencillo, pero te aseguro que no lo es, por lo menos para mí. A menudo caigo en el error de solicitar más atención o reclamar una recompensa que no merezco, y cuando me doy cuenta de mi metedura de pata, me castigo duramente por mi estúpida pretensión. Es natural que, a veces, cuando tu vida resulta monótona y poco interesante, busques dar un paso al frente para asumir una responsabilidad mayor y emprender nuevos retos que enriquezcan tu vida, pero casi siempre eso solo lleva a la frustración y el desengaño. Ante todo debes procurar no dejar al descubierto tu incapacidad, asumir tu rol para no quedarte en fuera de juego y renunciar a metas lejanas que en tus desvaríos creíste a tu alcance, no pretender llevar a cabo tareas que no son de tu competencia, esmerarte tan solo en cumplir a la perfección con tu minúsculo papel de actor secundario sin interferir en el buen desarrollo de la obra tratando de ensombrecer al protagonista y limitarte a ocupar ese pequeño y discreto espacio que te ha sido asignado y del que tanto reniegas. Tan difícil como fundamental es ocupar tu lugar, esperar paciente en silencio, asumir tus límites con humildad y tus carencias con resignación, dar un paso atrás cuando es necesario y observar desde la sombra la dicha ajena de la que no fuiste invitado a participar, no pedir nunca más de lo que estén dispuesto a entregarte, conformarte, aceptar, asentir... darte cuenta de que no eres tan importante como por un momento te habías imaginado y que, en realidad, no significas nada para nadie, pues en toda esta inmensa farsa no eres más que un simple figurante.