viernes, octubre 04, 2002

Los vecinos no me conocen. Llamé a todas las puertas del bloque y las pocas personas que me abrieron decían que no me conocían de nada. Ni siquiera me habían visto nunca.
Me parece muy extraño. Cómo es posible eso.
Empiezo a pensar que he llegado aquí por primera vez. Que nunca estuve aquí antes y que vivo una vida que no es la mía.
Y después...había correo. Menos mal. Ya creía que yo no existía. Pero había muchas cartas a mi nombre, así que me sentí aliviado. Al menos el banco se acordaba de mí. Esos nunca se olvidan de nadie. Publicidad, publicidad, y allí en medio de tanta letra impresa, una carta escrita a mano. Sin remitente.
Me daba miedo abrirla. Tiré todas las otras y me preparé para descubrir algo viejo de mí.
“Hace mucho tiempo que no sé de ti. No sé si te has olvidado de mí o es que ya no te intereso”, al menos para eso tenía coartada, “Desapareciste de repente sin decir nada y no has vuelto a llamar ni has venido a verme”, pero a quién, a dónde “Si en los próximos días sigo sin tener noticias tuyas pensaré que lo nuestro es para ti cosa del pasado y no volveré a molestarte”. Eso era en resumen lo que venía a decir. Firmaba con un nombre tan sencillo como desconocido. Nada más. Ni una dirección ni un teléfono ni una pista de cómo encontrarla.
Me siento como un detective que tiene que desvelar un misterio del que sabe muy poco y se siente impotente e incapaz de resolverlo.
Tengo que encontrarte como sea, pero no sé dónde estás ni quién eres.
Tengo que saber quién eres para saber quién soy.
Pero cómo decirte, amor mío, que tú estás lejos y no hay caminos que lleguen a ti.

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