domingo, enero 19, 2003

Había olvidado que a veces una mentira ayuda a quien la escucha más que a quien la dice.
Había olvidado que a veces creemos lo que nos dicen porque nos conviene, aunque en el fondo dudemos mucho de su veracidad, pero nos agarramos a esa pequeña posibilidad de que sea cierto porque necesitamos esas mentiras para vivir.
Había olvidado que la verdad no le interesa a nadie. Que el mundo se sostiene sobre infinidad de pequeñas mentiras cotidianas, apariencias que niegan lo que esconden, engaños asumidos, hipocresías que se suponen correctas, máscaras que ocultan los sentimientos.
Había olvidado que no podía decir lo que pienso, que no debía ser sincero, soltar verdades a la cara, porque no es correcto y puede causarme problemas.
Y es que he olvidado qué es lo correcto.
Pero no sé si quiero recordar eso.

No hay comentarios: