domingo, abril 13, 2003

Estas manos culpables que a veces supieron
de la gloria frágil de surcar otros cuerpos
injustamente olvidados,
han conocido la tristeza de lo equivocado
actuando con sospechosa facilidad,
sin dejar huella ni lágrima,
y marcharon impunes al oscuro lugar
donde el olvido lava todas las manchas.
Encontré su cuerpo ya sin vida
y murmuré una estúpida plegaria sin destino
vacía de rencor o lástima
mientras ante mí aún cálida,
serena al fin como la madrugada,
yacía desangrada la esperanza.

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