domingo, junio 08, 2003

Y qué quieres que te cuente a estas alturas que tú no sepas y yo sí, si todo lo que podría decirte es triste y sé que no te gustan las historias tristes, adicta como eres al final feliz, ese que no existe o sólo en contadas ocasiones, aunque tú eso ya lo sepas pero te guste pensar que hay cosas que son bellas y aún así posibles. Además quiero dejar de ser un blog de esos que cuando los lees te dan ganas de suicidarte, o más ganas aún de las que ya tenías antes. Si no te importa te puedo contar algo que no sea verdad, que lo sea o no es un detalle sin importancia, al fin y al cabo hay muy pocas verdades, quizás ninguna y todo ese rollo de lo relativo y lo absoluto, pero no, tranquila no estoy para profundidades esta noche, no tengo hoy el ánimo trepador para subir muchas ramas, no me pidas más que cosas sencillas y no me preguntes si son verdad o casi, qué más da si lo que importa es buscar consuelo aunque sea en razones ficticias, pero quién dice que no puedan algún día convertirse en realidad. Déjame que te cuente una historia, ella era ciega, él sordo, no, no es una película de Richard Pryor, cuando hacían el amor él se ponía una venda en los ojos, ella se preocupaba de que los tapones quedarán bien encajados en sus oídos, querían sentir lo mismo que sentía el otro, no querían saber, y aún así ya lo sabían, que era imposible, que aunque sus sentidos recibieran los mismos estímulos en su interior tendrían diferente eco, que nadie siente lo mismo que otra persona. Por eso a unos os parecerá que es una tontería, a otros que no, yo, aunque quisiera estar entre los segundos no podré abandonar el primer grupo, seguramente el más numeroso, así que por más crítico que puedas ser no me va a afectar mucho, yo lo soy mucho más conmigo, os aseguro que no es fácil convivir constantemente con alguien como yo. Ya sé que todo esto no es más que basura, pero qué esperabas un sábado a las cuatro de la mañana y gratis ¿el puto Quijote?

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