martes, marzo 27, 2018

Evito preguntarme acerca del sentido, y mucho menos de la utilidad o conveniencia, de mis actos. A menudo, mis alumnos me preguntan para qué sirve estudiar tal o cual cosa, pero no admito esa clase de planteamientos tramposos y falaces. Si cayera en esa trampa sería incapaz de mover un solo dedo a partir de ese instante. La indecisión me paralizaría por completo y no me sería posible tomar la, en apariencia, más sencilla de las decisiones, impotente para elegir una opción descartando el resto de posibilidades. Así que tan solo me dejo llevar por mis intuciones dentro del estrecho margen que las imposiciones externas conceden, feliz de poder seguir un camino trazado en el que no cabe la duda. Simplemente hago lo que debo o lo que yo creo que debo hacer, pero no me preguntes el motivo, pues ni lo sé ni me importa.

1 comentario:

Jearci dijo...

precisamente creo que no saber bien el motivo de las cosas que hacemos es lo que nos ayuda a aprender y mejorar. A base de equivocarse se crece.