jueves, marzo 29, 2018

Habíamos huido del bullicio y las miradas, como si sintiéramos que alguien nos acusaba, acuciados por pasiones más terrenas descendimos a regiones del deseo y allí, lejos de cirios y redobles, cumplimos nuestra particular penitencia, unimos el deseo que comienza en los labios, olvidando sentirnos culpables por ello. No era aquello lo correcto, es posible, pero qué culpa tuvimos entonces si el día que algún dios eligió para morir no elegimos nosotros enamorarnos.

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