sábado, junio 16, 2018

Tú siempre me reprochabas mi impaciencia de adolescente, como si creyera que el mundo se acabara tras cada pequeño fracaso, y me dabas consejos prudentes que yo no quería escuchar. Tratabas de convencerme de que la calma es siempre la mejor forma de afrontar los problemas y que las soluciones llegan siempre sin forzarlas. Domesticabas mi prisa salvaje, consolabas mi rabia, me asegurabas que lo mejor era no hacer nada, tan solo respirar hondo, mirar al horizonte y confiar en el destino. Después de mucho meditarlo, acabé haciéndote caso, en contra de mis propios sentimientos, y ¿sabes qué?, al final tengo que darte la razón, el tiempo puso todo en su sitio, justo aquel en el que no queríamos estar.


2 comentarios:

Ikana dijo...

El tiempo lo cura todo.

Unknown dijo...

Que triste. Soló con respirar y esperar no basta. Eso te lleva a donde no quieres estar, eso si más tranquilo. Lo que te da tiempo para pensar que es lo que quieres y tomar decisiones para salir del sitio en el que no quieres estar.