jueves, septiembre 13, 2018

Nos esforzábamos en descubrir otras formas, otras sensaciones, otros caminos inexistentes, pero todo lo nuevo nos parecía una repetición de algo ya pasado. Refugiándonos en los portales, en los callejones, rincones en los que nos sentíamos huir, hablando en susurros, como si alguien pudiera delatarnos, lo hicimos todo del modo más difícil y extraño, procurando no ser como los demás, no ser como nosotros mismos éramos y nos resistíamos a ser sin éxito, y ahora recorro las calles sin nombre del atardecer intentando dejar en cada esquina un pedazo de ti, despistar al recuerdo por la ciudad, colgar la memoria en cada piedra, perderte poco a poco sin sentirlo y regresar a casa desahuciado pero sin pena, pensando que puede que los días traigan más desesperanza y que todo siga siendo tan igual que ni siquiera nos demos cuenta o no nos importe, pero todo en la ciudad me recuerda a ti, los sonidos rutinarios, las luces estridentes, los reclamos publicitarios, los escaparates, la gente... Qué distinto de entonces, cuando procuraba dosificarte al máximo, tomarte en pequeñas dosis, temeroso de agotar nuestro tiempo irremediablemente, de consumir todos tus abrazos y caricias, de secar tus besos, y cada vez que me sentía exceder el límite de lo recomendable me alejaba de ti, tratando de evitar gastarte demasiado pronto y tristemente, guardando un poco de ti para el futuro e intentando crear recuerdos en los que poder conservarte, pero era demasiado impaciente y a menudo te derrochaba sin control sintiéndome estúpido por ello.

No hay comentarios: