Yo me aferraba a tus palabras, buscando en ellas alguna señal que indicara una respuesta, un camino a seguir, una esperanza... y forzaba la realidad maquillando su cara más amarga para adaptarla a aquella fantasía ideal que mi mente febril había diseñado sin pedir permiso ni calcular riesgos. Siempre había algo, por pequeño que fuera, que abría una puerta y alimentaba mis ansias. Tal vez solo por piedad o por ignorancia, nunca me dejabas ahogarme por más que la vida apretara y eso me llevó a tomar demasiadas decisiones equivocadas. Pero la clave estaba en los silencios, en las palabras no dichas, en todo lo que faltaba y yo me negaba a ver. No era lo que decías, sino lo que callabas.
3 comentarios:
Muchas veces el silencio dice más que las propias palabras. Feliz domingo.
Pasa a menudo que llenamos el silencio de palabras no dichas. Un beso
La señal estaba en lo que no decía.
Besos.
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