jueves, diciembre 03, 2020

A menudo tengo la sensación de seguir tocando el violín mientras el barco se hunde. Fingimos que no pasa nada y que todo está bajo control, pero sabemos que no es así. Está bien tratar de aislarse del ruido y no dejarse llevar por el pánico que nos empuje a saltar al agua de cualquier modo, pero no tiene sentido actuar como si la cosa no fuese con nosotros. Poner un poco de sensatez en mitad del caos no significa ignorar la realidad en que nos hallamos inmersos. Hay que mantener la calma durante la tormenta, pero estar siempre atentos a las posibles vías de escape. No tiene sentido seguir haciendo cada día lo mismo que hacías antes, aunque algunos se empeñen en fingir una forzada normalidad. En momentos así te das cuenta de que muchas de las cosas que hacías no eran tan importantes como creías, pero sigues aferrándote a tus costumbres como un medio más o menos eficaz para controlar tus miedos y mantener a flote la esperanza de que nuestro mundo no cambie demasiado. No podemos comportarnos del mismo modo en el campo de batalla mientras caen las bombas a nuestro alrededor como si estuviéramos tranquilamente en el salón de casa, pues eso nos lleva en ocasiones a adoptar comportamientos arriesgados y absurdos. Probablemente, cuando tomemos conciencia de la realidad, no quede sitio para nosotros en el bote salvavidas. Y mientras tanto nos sometemos a todas las exigencias aparentando una normalidad ficticia seducidos por el dulce sonido de una melodía embaucadora.


 

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