Envidio a quienes tienen las cosas claras, a los que nunca dudan y siempre saben cómo actuar en todo momento y lugar. Yo en cambio desconfío de mis intuiciones tanto como de mis razones, dudo de todo mil veces y después creo haber elegido mal. Mis inseguridades son mucho mayores que mis certezas, mis convicciones demasiado frágiles para mantenerse en pie. Constantemente me rectifico a mí mismo y me reprocho mis comportamientos suicidas. Yo soy mi peor enemigo, quien castiga sin piedad mis errores, quien corrige cada una de mis palabras. Sé que todo me iría mejor si no acostumbrara tanto a mirar atrás. No tengo creencias firmes ni líneas rojas, soy fácil de convencer e incapaz de defender ante nadie mis motivos, me arrepiento de todo lo que hago y aún más de lo que no me hago. Lo que hoy me parece bonito, quizás mañana me horrorice. Nada es verdad ni mentira, todo depende. No veo el mundo en blanco y negro, sino en una infinita gama de grises. Me gustaría creer en algo que sostenga mi vida y dé sentido a lo que hago, no dudar nunca, saber siempre a dónde voy, pensar que tengo la razón o que no me importe. Todo sería más sencillo, más amable, mejor. O tal vez no.

No hay comentarios:
Publicar un comentario