miércoles, octubre 09, 2002

Es fácil contar la vida de uno cuando le pasan cosas. Lo difícil es hacerlo cuando no pasa nada.
Aun así lo intento cada día. Me pongo a pensar en lo que he hecho y no encuentro nada interesante que decir.
Pienso que igual debería inventármelo, pero no me atrae la idea, para qué serviría. Mejor dejar constancia de esta nada que me visita cada día.
Me aburro y no sé a qué o a quién recurrir. No puedo llamar a nadie y decirle, ey, tío vámonos a dar una vuelta, así que me paso todo el día encerrado en casa sin saber qué hacer. Cada cosa que intento hacer me resulta insoportable enseguida y tengo que dejarla. Abro un libro, miro la televisión, cualquier cosa carece de sentido en mi vida. Mi vida entera carece de sentido.
Al menos ahora puedo achacárselo a mi falta de memoria. Pero ¿a quién culparía antes? Todos buscamos culpables de nuestros males. Somos incapaces de reconocer los errores propios y si lo hacemos nos excusamos poniendo algún pretexto poco convincente.
Pero tampoco hago nada por intentar recordar. Hasta ahora todos los intentos han sido un fracaso, y tú que me lees y me conoces te niegas a ayudarme. Debes pensar que estoy loco o que esto es una broma, pero no sabes cuánto te equivocas. Gracias por nada.
Dicen que hay formas de amnesia que el propio cerebro utiliza como mecanismo de defensa para olvidar algo demasiado doloroso y poder así seguir con una vida normal, pero creo que en eso el cerebro se equivoca. Es bueno recordar el dolor para aprender de él y dejarnos huérfanos de él es hacerlo también del placer.
Desde que perdí la memoria me he vuelto insensible, nada me afecta, lo miro todo con desdén y sin darle ninguna importancia. Me he convertido en un autómata, sin pasado y sin presente, sin dolor ni placer. Al parecer los sentimientos están ligados muy estrechamente con los recuerdos y no existen aquellos sin éstos.
Ahora me planteo si no será mejor seguir así, sin memoria, para no sufrir, que es de lo que se trata.

No hay comentarios: