martes, noviembre 26, 2002

Las personas son como los libros.
Los hay apasionantes, divertidos, aburridos, insoportables...
Unos te los recomienda alguien, otros te obligan a leerlos, unos has oído hablar bien de ellos y tienes curiosidad, otros te llaman la atención en principio pero conforme pasan las páginas dejan de interesarte, y otro caen en tus manos no se sabe muy bien cómo pero te atrapan irremediablemente para siempre.
Los hay de sólo tres páginas pero inolvidables, los hay auténticos tochos soporíferos y también al revés, los hay que te duran meses y los disfrutas al máximo pero no los vuelves a leer, los hay que no te dicen nada, que te duran muy poco porque nada más abrirlos ya sabes todo lo que va a decir y los dejas a las pocas páginas, los hay que no los vuelves a hojear pero los recuerdas toda la vida, los que te dejaron un recuerdo imborrable, tan bueno que no te atreves a volver a ellos para no estropear la buena impresión que te produjeron y que puede que con el paso del tiempo cambie al leerlos de nuevo.
Y los hay que descubres un día y ya no puedes separarte de ellos nunca más, se convierten en el refugio al que acudes cuando necesitas consuelo y forman ya parte de tu vida como un compañero inseparable que te ayuda a superar los innumerables obstáculos del camino.
Tan difíciles de encontrar las buenas personas como los buenos libros.
Gracias a aquellas personas que son para mí como mis libros de cabecera.
Nunca dejaré de releer vuestras páginas con amor.

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