sábado, abril 26, 2003

La conocí en la sala de espera de la consulta del psicólogo que intenta hacerme recordar con poco éxito. Entre revistas del corazón y fugaces vistazos al diario de Patricia me contó su historia. Como yo, tampoco recordaba nada, pero la suya era más trágica que mi vulgar anécdota.
La sacaron inconsciente del agua. Estuvo a las puertas de la muerte, regresó de ella pero se dejó allí la memoria. La vieron arrojarse al río, pero las aguas bajaban tan rápidas que fue difícil rescatarla. Algo la empujó a hacer aquello intentando eliminar su dolor, acabó con éste pero no con su vida, pero ahora no puede dormir pensando qué le habría hecho tomar tal decisión y trata por todos los medios de recordar lo sucedido aunque sabe que aquello puede ocasionarle una reacción semejante.
Al principio no entendí bien su actitud, ahora que había eliminado la causa de su deseo de morir, por qué pretender volver atrás con el riesgo que ello suponía. Supongo que hay algo en lo desconocido que nos atrae eludiendo lo razonable a pesar del temor que nos ocasiona y de ser conscientes de su peligro.
Después de pensarlo un rato tuve que darle la razón, creo que yo haría lo mismo, porque a veces peor que la muerte es vivir con una duda constante que nos atormenta y oprime sin descanso.

No hay comentarios: