domingo, septiembre 14, 2003

Muchas veces he intentado borrar las huellas, eliminar todo rastro de mi pasado. Avergonzado de cosas que hice trato de pensar que no han existido, de negar realidades lejanas que al despertar duelen, intentado huir de lo que fui, como si fuera fácil negar lo que hemos sido, como si no siguiéramos siéndolo para siempre. Destruyo las pruebas que me inculpan, soborno a testigos peligrosos, evito a quienes me juzgan, pero quien más difícil es de convencer es mi propia conciencia, empeñada en acudir constantemente a lugares prohibidos. Sé que mañana me arrepentiré de lo que hice hoy, y a veces ese pensamiento me paraliza, me siento incapaz de hacer nada destinado a perdurar, a atormentarme en forma de recuerdos futuros. Pero siempre resurgen amenazantes desde mi propia cabeza o desde el exterior poniendo en duda todos mis progresos, a cada paso todo son señales que delatan un ayer del que inútilmente trato de huir sin remedio. Por eso ahora trato de dejar huellas poco profundas, para que el tiempo pueda eliminarlas sin esfuerzo, para que ninguno de mis errores presentes condicione mi futuro, hacer mi vida ligera, intrascendente, pero a veces pienso que es un precio demasiado caro que no puedo permitirme pagar.