sábado, octubre 04, 2003

Busco la motivación en cada esquina, interrogo a la gente para que me dé algún argumento para seguir adelante o volver a lo perdido, recorro las calles sin descanso al acecho de una señal que me indique el camino, pregunto a quienes no me entienden y escucho a quienes no me hablan, me dejo arrastrar por la multitud anónima que no me ve incapaz de sugerirme una pista en busca de una justificación para mi vida. A veces creo hallarla fugazmente en una imagen, una palabra, un gesto furtivo, pero después me doy cuenta de que es un espejismo, de que todo carece de sentido. Pero aun así sigo adelante, acelerando mis pasos mientras pienso un pretexto que anteponer a la desidia, pero no hallo nada que me haga abandonar la decepción y el olvido. Así trato de defenderme, expulsando toda culpa de mi mente, lo intento sin pausa y no lo consigo, pero quizás camino en la dirección equivocada. Prosigo la marcha a empujones, a impulsos repentinos que pronto se extinguen, y constantemente surge la idea de abandonar para siempre esta huida.

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