miércoles, abril 21, 2010

Nunca llegarás a nada, resuena como una vieja maldición lejana una y otra vez en tu cabeza mientras te esfuerzas por eludir la tentación diaria de la desgana y toda esa incesante marea de imágenes y sonidos embaucadores que te aturden alejándote de aquello que en algún tiempo querías alcanzar, nunca nada, la voz premonitoria de tu padre como una condena perpetua que tratas de evitar sin éxito mientras vuelves a caer enredado en las mismas inútiles ocupaciones cotidianas que te apartan del camino trazado incapaz de distinguirlo entre la niebla, mientras sigas anteponiendo el placer a la gloria, te enredas en asuntos banales y vas descubriendo poco a poco que las cosas no son como nos las habían contado, tal vez por ignorancia, quién sabe, y lo más que llegas a escribir es la lista de la compra y un lamento cobarde al margen, y entonces oyes de nuevo a tus antiguos profesores despreciando tus logros con una burla, ignorando tus deseos reprimidos, no fueron hechas para ti las victorias, lo sabes, y acabas dándole la razón a todos los que te condenaron de antemano sin atreverte a desafiar sus palabras tragándote tu rabia, sumiso como siempre fuiste, temeroso de romper con lo impuesto, convertido en mero espectador de tu desgracia, ni siquiera una auténtica desgracia de la que poder quejarte, incapaz de enfrentarte a nadie te deslizas a toda velocidad por el tobogán del miedo, te dirás que no tuviste la culpa y otras mentiras, no te quejes, no te lo mereces, tú que nunca has intentado alzar la voz no lamentes que nadie te escuche, esto es lo más a lo que vas a llegar, asúmelo, apenas un vil reflejo fugaz y cobarde de aquello tan importante que ibas a ser y que ya no consigues recordar.

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