lunes, febrero 19, 2018

De vez en cuando se agradecen unas palabras de apoyo, de vez en cuando una palmadita en la espalda. Una voz amiga (o no) que te dé ánimos, que te diga que tomaste la decisión correcta y que tu esfuerzo valdrá la pena, para poder así superar las ganas de abandonarlo todo y dar marcha atrás. Que te ilumine el camino indicándote por dónde seguir y que incluso te recuerde tus errores al valorar tus aciertos. No es habitual, por lo menos en mi caso, contar con un poco de aliento. Solo recibo felicitaciones por cosas en las que no he tenido ninguna participación, como el cumpleaños, la Navidad o el año nuevo y casi nunca por aquello en lo que pones cada día todo tu empeño. Deberíamos felicitar menos esas fechas casuales del calendario y más por nuestros pequeños logros cotidianos por insignificantes que parezcan, aunque ni siquiera hayamos conseguido lo que pretendíamos pero al menos sí intentado, porque todos necesitamos que nos digan, de vez en cuando, que lo que haces, sea lo que sea, está bien hecho.

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