sábado, abril 20, 2019

El invierno ha sido duro. Me perdí sin remedio siguiendo un espejismo falaz hasta hundirme en arenas movedizas que a punto estuvieron de ahogarme. Me empeñé en buscar sentido a lo que no lo tiene y eso me hizo caer en el desconsuelo. Pero las cosas han mejorado. He cambiado, aunque no lo digo con orgullo. No me atribuyo el mérito. No me quedaba más remedio. He dejado mis adicciones, las que me concedían la calma y las que me excitaban, las que me permitían dormir y las que me desvelaban, las personas tóxicas y las sustancias nocivas sin las que no podía pasar el día y menos aún la noche, las de siempre y las nuevas, las que me subían al cielo y me arrojaban después al vacío y también las que frecuentaba por simple rutina. Debía hacerlo, pues todo giraba en torno a ellas y me olvidaba a veces de lo demás, descuidando a menudo lo único importante. He aprendido a valorar la imperfección y a tolerar el dolor y ahora soy más libre o creo serlo, menos dependiente de cosas que no dependen de mí, tengo menos miedo a perder y menos ansia de ganar, soy más sensato y equilibrado. Sereno, discreto, sincero. No me dejo llevar por ilusiones ni promesas y no sufro nostalgia por las cosas que no fueron. Todo es más fácil y suave ahora, sin duda, pero la vida tiene mucho menos sentido.

1 comentario:

Ali dijo...

Es la primera vez que entro en tu blog e imagino que es un escrito tuyo. Precioso.
Espero frecuentarte más a menudo.
Te dejo mi blog por si quieres seguirme de vuelta.
B7s
Leo la lluvia caer