viernes, septiembre 20, 2019

Hay hechos, pequeños y banales, que me devuelven toda la confianza en mí mismo, me animan a continuar y me hacen creer que aún todo es posible. Es absurdo sentirse eufórico y confiado por unas palabras amables, un verso hermoso o una victoria al solitario, pero es tan solo a base de esos detalles minúsculos como voy consiguiendo salir adelante. El problema es que sucede también a la inversa, gestos aislados, rechazos reincidentes y reproches desvelados que me amargan por completo la existencia y oscurecen de repente el camino haciendo que me extravíe entre las sombras. Qué difícil mantener el equilibrio, es prácticamente un milagro o una casualidad fugaz que pronto desaparece. Atrapado entre ambos impulsos, me tambaleo hasta perder el control y derrumbarme, paralizándome incapaz de avanzar en ninguna dirección para no dar un paso en falso que tal vez desate la catástrofe. Mi vida se estanca en la inacción, temeroso de errar el destino de mis esfuerzos, acostumbrado al error como rutina, y creo que nunca podré escapar de este lugar estático. Observo cómo todo se detiene a mi alrededor y el mundo deja de girar sobre su eje. Y sin embargo, se mueve.

4 comentarios:

brenllae9@gmail.com dijo...

Parece un gris continuo como si llegase a tu vida el otoño. Supongo que puntos malos y buenos habrá siempre, creo que es una cuestión de acentos y donde pongamos el peso de la balanza. Saludos.

Rita dijo...

A veces hay que arriesgarse un poquito para seguir avanzando. Dejar atrás los miedos y ver los errores como aprendizajes que nos harán saber más la próxima vez. Feliz fin de semana.

Susana dijo...

Muchas veces me siento así. Un beso

Devoradora de libros dijo...

El equilibrio es difícil, así que mejor decantarse siempre por esas pequeñas cosas que nos hacen seguir adelante.

Besos.