miércoles, noviembre 27, 2019

Conozco mis limitaciones. A estas alturas no hacerlo sería pecado. Soy consciente de mis virtudes y defectos, o más bien mis rarezas, que se alimentan mutuamente. Trato de ocultar los unos y mostrar los otros, no siempre con acierto, pero no presumo ni me avergüenzo de ellos. Es el juego de insinuar y no mostrar demasiado, para no resultar presuntuoso ni patético. Estoy hecho de cal y arena, de seda e hierro, luces y sombras que se complementan, las dos caras irrenunciables de la misma moneda. Procuro no dar más de lo que se me pide ni ser cicatero. Quien quiera saber más que llame a la puerta. Sé de lo que soy capaz y adonde no llego, y aunque no me conformo con que sea definitivo, acepto la realidad sin lamento. A pesar de que los admito, lucho por derribar las barreras que me coartan. Sé que no es fácil ni infalible sino un trabajo lento y con escasa recompensa, pero no me resigno a que nada cambie. Soy quien soy, no trato de ser como nadie, toma todo lo que tengo y no esperes de mí lo que no puedo, pues a estas alturas ya deberías conocer mis limitaciones.

1 comentario:

Devoradora de libros dijo...

Las limitaciones cambian con el tiempo, pues algunas conseguimos superarlas.

Besos.