jueves, noviembre 21, 2019

Siempre me muevo entre dos impulsos contrarios, tratando de no caer en ninguno. A veces me persuade más uno de ellos y me dejo caer en sus brazos con total confianza para poco después desengañarme y alejarme de él todo lo posible hasta acogerme arrepentido al contrario. Mantener el equilibrio es complicado, a veces pienso que ni siquiera deseable, pues quizás sea mejor aferrarte a una idea firme que guíe todos tus actos en lugar de ir dando bandazos de un extremo a otro golpeándome sin cesar contra el muro. En cambio, me he instalado en la duda permanente que me conduce a la inacción y el miedo. El miedo a dejar pasar las ocasiones, el miedo a no hacer lo que debería, osea lo que deseo, el miedo a que el tiempo se me escape por no tener valor para llevar mis instintos hasta sus últimas consecuencias por temor a que dañe a alguien. Utilizo al pasado como cómplice, testigo incómodo siempre dispuesto a señalar mis errores y tan amnésico de mis aciertos, pero no puedo/quiero seguir accediendo a su chantaje que me hace perderme tanto bueno que aguarda en silencio esperando a que me decida a perder el miedo.

3 comentarios:

Susana dijo...

Nos pasa a muchos. Un beso

Rita dijo...

¿Cómo sería nuestra vida si pudiéramos borrar de ella el miedo? Seguro que muy diferente. Continuamente tenemos que estar luchando contra él. Pero hay que ser valientes y decididos y hacerle frente muchas veces, tomar decisiones aunque cueste y sea difícil, porque de lo contrario, no avanzamos y estamos siempre en el mismo sitio. Un abrazo

Devoradora de libros dijo...

Actuar con indecisión o no hacerlo por miedo. Practico las dos variedades con más frecuencia de la que me gustaría.

Besos.