Si tengo que pedirlo, ya no lo quiero. Si no es algo que entregues sin dudar a cambio de nada, no me sirve. Harto de mendigar un poco de atención y afecto, he renunciado a perseguirlo. No pienso rellenar más formularios ni rogar por lo que merezco. No quiero obligarte a hacer algo que no deseas o ni siquiera te importa solo porque a mí me apetezca. No busco tu compasión ni acepto limosnas. Acogeré con agrado todo aquello que quieras darme, pero no te diré qué es lo que pretendo. No se trata de jugar a las adivinanzas ni de mostrarse orgulloso, sino de estar más atento. Si tengo que decir lo que quiero, es que no has entendido nada. Por eso no te voy a pedir que hagas nada, pero aún lo espero todo. Porque solo lo que surge de manera espontánea merece la pena. Quiero evitarte toda molestia. Guárdate tus modales y no esperes que te llame ni que te pida consejo. Así que puedes ahorrarte todo esfuerzo. Haz solo lo que sientas. O no hagas nada. Porque si tengo que pedirte algo, gracias, pero no me interesa.
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