He sufrido muchos apagones a lo largo de mi vida. A menudo, cuando las cosas parecen estar bien, todo se vuelve oscuro de repente, el mundo se detiene y no consigo ver nada. Todo me resulta indiferente, las conversaciones me parecen huecas, las personas me aburren o me desesperan, ninguna ocupación logra distraerme y no veo el modo de salir de ese lugar inhóspito; desorientado y encerrado en mis propias obsesiones. En realidad creo que he vivido más tiempo en la penumbra que en la luz, por lo que he desarrollado ciertas habilidades para manejarme mejor entre las sombras: me aseguro de que no haya obstáculos antes de iniciar un camino, guardo provisiones con suficiente antelación, no doy nada por sentado, desconfío de las apariencias, ensayo técnicas de supervivencia, encajo con entereza los golpes y aprendo a orientarme en la oscuridad. He aprendido a valorar lo esencial y a renunciar a lo innecesario. Al principio entraba en pánico, buscaba desesperado un rayo de luz, pedía a gritos una ayuda que nadie podía ofrecerme. Pero he decidido vivir sin miedo, dejar de luchar contra las sombras, aceptar lo que venga con serenidad y apreciar mejor la intensidad de la luz cuando seguro regrese.
No hay comentarios:
Publicar un comentario