miércoles, enero 08, 2003

Por fin acabó el disparate de las fiestas.
Sí, todo tiene su lado bueno, trasnochar, dormir hasta mediodía, tener algo más de tiempo libre para hacer esas cosas pendientes que nunca hacemos y que siguen igual tras estos días, comer sin remordimiento porque las fechas lo requieren, perder las horas sin mala conciencia y poco más.
Pero desde luego la vida no son los días festivos, es todo junto, pero si hay que decantarse la vida son los días normales, madrugar, disfrutar los breves descansos que nos concede la jornada, el sentimiento de culpa, soñar con tener tiempo para todo lo que queremos hacer aunque luego no lo hagamos y todas esas pequeñas cosas de las que tan bien sabemos quejarnos.
Y hay que instalarse en ese lugar inestable lo mejor que podamos para sacarle el mayor partido posible. Para ello lo primero es dejar de ver estos días como un sacrificio, como un tiempo de tránsito que hay que recorrer lo más rápida e inadvertidamente posible entre los días libres. Lo malo es que no me acuerdo de cómo hacerlo, ni siquiera de si alguna vez fui capaz. Apostaría a que no. Pero habrá que intentar todo lo que siempre deseamos olvidando que alguna vez fracasamos y pensando que todo empieza cada día como si fuera nuevo.
Bienvenidos a la normalidad.
Pónganse cómodos.

No hay comentarios: