sábado, febrero 17, 2018

Durante mucho tiempo creí que estaba equivocado, que lo que yo hacía estaba mal, que mi forma de ser y actuar era un problema que debía intentar solucionar. Me esforzaba por corregir mi comportamiento, negaba mis propios sentimientos, quería cambiar como fuera, me avergonzaba de mí mismo, me escondía de la gente tratando de ocultar mis fallos para que nadie se diera cuenta de ellos, y aun así sabía que todo el mundo los veía y me señalaba burlándose. Hasta que un día comprendí que no era así, que no había nada por lo que debiera sentirme avergonzado, que nada de lo que hacía, pensaba o sentía estaba mal, y que, al contrario, debía estar orgulloso de mis diferencias. Ya no pido perdón por no ser como los demás, no escondo mis vergüenzas ni trato de ser como no soy y he aprendido a valorar mis particularidades como virtudes y no como defectos.

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