jueves, abril 26, 2018

Como el diablo, el mayor triunfo del sistema es hacernos creer que no existe. Puede pasar desapercibido y esconderse de tal modo que no seamos capaces de distinguirlo oculto tras las luces de la ciudad en forma de un caos aparente en el que sin embargo todo está perfectamente calculado, hasta llegar a acostumbrarnos y olvidarnos de su existencia. Pero mientras tanto se introduce en tu conciencia a través de miles de estímulos sin que ni siquiera te des cuenta. Es esa voz que oyes dentro de tu cabeza y que te dice lo que debes hacer en todo momento. Esa mirada de deprecio de la gente que censura tus acciones. Ese anuncio que te enseña lo que tienes que comprar. La lección del maestro, el sermón del cura o el discurso del político guiándote siempre por el buen camino. La voz imperativa del locutor de radio que te indica lo que debes pensar, las noticias que te explican a qué debes tener miedo hoy, el sonido amenazante de las sirenas como advertencia, esa melodía repetitiva que no puedes sacar de tu cabeza, esos pensamientos incómodos que no te dejan dormir por la noche. Y mientras cumples con todas tus obligaciones, aún sigues pensando que eres libre.

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