De repente se construyen muros que es imposible atravesar. Allí donde no había nada, alguien decide un día erigir una frontera que separa dos territorios que quedan para siempre incomunicados, y lo que antes era un lugar de encuentro habitual ahora se ha convertido en una peligrosa barrera que amenaza cualquier intento de traspasarla. A veces ni siquiera hace falta un motivo, y allí, separados por tan elevados lienzos, apenas unos pocos metros son ya una distancia insalvable diviendo dos mundos que a partir de ese momento siguen destinos opuestos sin saber nada el uno del otro. Sirven para protegernos, dicen, para evitar que nadie venga a poner en peligro nuestro mundo, para marcar límites que no debemos traspasar indicando aquello que nos pertenece, pero a veces, esos muros que nos protegen, también nos convierten en prisioneros.
No hay comentarios:
Publicar un comentario