domingo, abril 22, 2018

Es normal fingir que somos mejores de lo que realmente somos. Pretendemos impresioanr a los demás mostrando nuestras mejores cualidades y ocultando los defectos. Todos lo hacemos. Nos vestimos para la ocasión con las mejores galas y tratamos de disimular los kilos de más o las arrugas. Inflamos nuestro currículum o ponemos nombres rimbombantes a lo que hacemos. No queremos que nadie descubra nuestros puntos flacos, que sepan que en realidad no somos tan listos como pretendemos. Porque no nos gusta mostrarnos desnudos ante los demás y que puedan así hacernos daño. Por eso no suelo fiarme de las apariencias. Desconfío de lo que cada uno dice de sí mismo y no me creo ninguno de los magníficos logros que la gente se atribuye. Ya sé que no eres quien aparentas, que también lloras por las noches aunque lo niegues, que no eres tan fuerte como crees y que dudas antes de dar cualquier paso, que aún tienes miedo a la oscuridad y que tu fe flaquea a menudo ante el infotunio, pero nada de eso hace que mi opinión sobre ti varíe. Por eso no tengas miedo a mostrarte ante mí tal y como eres.

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