No deberíamos tomarnos las cosas tan en serio. El mundo iría mejor si tuviéramos un poco más de sentido del humor. Por todas partes solo veo gente estirada y con cara de enfadada por la calle, casi nunca una sonrisa, apenas unas palabras amables, rara vez un agradecimiento y jamás un cumplido. Nos creemos que aquello que estamos haciendo es super importante, que el orden del universo depende de que cumplamos escrupulosamente nuestro cometido y que todo puede esperar hasta que hayamos hecho lo que debíamos. Contamos mil veces hasta la última moneda, nos preocupamos por que todo quede registrado por escrito, tratamos de impresionar a los demás con nuestro rigor, y luego descuidamos de forma alarmante nuestros afectos, las relaciones humanas y los placeres cotidianos a cambio de un buen salario. Nos gusta alardear de nuestros mértios que tan importantes nos hacen sentir. Despreciamos a aquellos que se distraen con ocupaciones improductivas, miramos por encima del hombro a quienes no nos igualan porque malgastan su tiempo en diversiones fugaces, a quienes se toman la vida como si fuera un juego, sin saber que en realidad, son ellos quienes tienen la razón.
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