jueves, agosto 16, 2018

Con frecuencia, suele presentárseme el dilema de en qué emplear mi tiempo libre, si en disfrutar lo máximo posible cada instante sin pensar en nada más o en tratar de mejorarme a mí mismo y trabajar para lograr metas futuras. Lo ideal sería realizar actividades que combinen ambas opciones, pero no suele ser fácil hallarlas. No se trata de descartar ninguna, de volcarme únicamente en el goce en sí o en la consecución de un objetivo superior sacrificando todos tus instintos, sino de hallar la combinación ideal entre ambas posibilidades. Trato de alternar entre una y otra, pero nunca sé la proporción exacta que debo establecer para lograr el equilibrio. No podemos pasarnos la vida dedicándonos tan solo a uno de los dos, aunque hay gente que consigue olvidarse casi todo el tiempo de alguno de ellos. No es fácil, a veces me invade la pereza y me dejo llevar por los placeres menos fructíferos y otras la mala conciencia me obliga a buscar un continuo perfeccionamiento de mis escasas cualidades. Y entre esos dos extremos me debato sin descanso, entre la búsqueda del placer inmediato y el remordimiento por no seguir avanzando, el hedonismo o el sacrificio, la vagancia o el esfuerzo. No sé, ¿con cuál debería quedarme?


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