martes, octubre 23, 2018

El problema no son los que hablan o gritan mostrando su insolencia, sino los que miran para otro lado y callan. Sería fácil combatir a quien dice barbaridades, a quien ofende o molesta, a quien agrede o insulta si los que observan en silencio se atrevieran a alzar la voz. Son los cómplices en la sombra los que permiten lo intolerable: el insulto, el desprecio, el rechazo a lo diferente, la homofobia, el racismo, el maltrato, el acoso o la corrupción. Por cada uno que comete la falta hay mil que lo ven y no dicen nada, que no muestran su disconformidad ni son capaces de enfrentarse o afearle la conducta al tirano, al maltratador, al racista, al homófobo, al maleducado, al sinvergüenza, al canalla o al corrupto, al que con su silencio culpable apoyan y animan a seguir actuando del mismo modo. No necesitamos héroes que salven el mundo ni quijotes que luchen contra gigantes, solo personas normales que no tengan miedo y digan lo que piensan aunque pueda resultarles incómodo o causarle algún ligero contratiempo. Gente normal que actúe con normalidad, personas con empatía y responsabilidad que pese a todo vean, griten y oigan superando su propio miedo, no ganado sumiso que obedezca siempre a su amo y siga al pastor ya sea bueno o malo. Pero para ello deberían de empezar por salir de ese rincón oscuro desde donde tan confortablemente juzgan todo sin participar en nada. Porque ya está bien de callar ante la injusticia y el abuso, ya está bien de ser cobarde por temor a perder tus migajas cuando a otro le quitan todo lo que tiene, porque es la masa silenciosa la que consiente con su actitud y permite que suceda todo eso por lo que en privado nos escandalizamos pero no hicimos nada por evitarlo cuando pudimos.

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