No soy de los que se
conforman con poco. No me quedo satisfecho con probar el plato y
dejarlo a un lado, no me sacia la sed un solo vaso. Necesito llenar
mi estómago hasta arriba para calmar mi apetito y si no es así,
prefiero no probarlo. Mejor nada que poco. Mejor nunca que tarde. No
me valen los sucedáneos ni los edulcorantes. Siempre busco lo
original y auténtico. Prefiero una indigestión a quedarme con
hambre. Soy compulsivo y voraz en el deseo. Cuando empiezo no sé
cómo parar hasta llegar al final. Si quiero algo lo quiero a toda
costa, sin importarme el precio que deba pagar por ello. Lo que me
gusta me enloquece, lo que me disgusta me da asco. No escribo a lápiz
por si tengo que borrarlo, si me equivoco asumo el error y sigo
adelante. No apuesto nunca a más de un número sino que pongo todo
lo que tengo al mismo, aunque me arriesgue a perderlo. Si empiezo algo lo
acabo como pueda, aunque me cueste la vida, pero nunca abandono antes
de cruzar la meta. Prefiero la derrota al empate, lo frío a lo
templado, el cero al seis y medio, el desastre a la indiferencia. Así
que si no estás dispuesto a darme todo lo que pido, mejor no me des
absolutamente nada.
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