jueves, diciembre 06, 2018

Puedes temer al futuro, interpretar las señales que aparecen a tu paso como signos evidentes de la derrota que se avecina, negarte el derecho a la felicidad, caminar siempre por la sombra, poner tú mismo las piedras en el camino, pero eso solo hará que no puedas apreciar la belleza del sendero. Tal vez, dirás, no esté en tu mano elegir, que nadie prefiere el dolor si puede evitarlo, que todos buscamos el sol en los días helados, y tienes razón, pero hay muchas cosas que puedes hacer para evitar que se apodere de todo: crear el escenario adecuado para que no aparezca, rodearte de personas que te den luz y sepan cómo aliviarlo, ocupar tu mente en asuntos sencillos que ofrezcan recompensas inmediatas, repetirte mil veces que todo va a salir bien hasta creer en ello. Nada de eso impedirá que suceda lo inevitable, el dolor y la rabia forman parte del juego, pero mientras llega te permitirá disfrutar de momentos irrepetibles que hacen que la vida valga la pena, porque no puedes pasar todo el tiempo esquivando escaleras y huyendo de gatos negros, es un esfuerzo excesivo que no puedes permitirte. Dedica mejor tu energía a buscar experiencias enriquecedoras, a sembrar la memoria de recuerdos bellos y ahórrate esas lágrimas para cuando de verdad haga falta llorar. El miedo nos mata, nos debilita y nos vuelve cobardes, nos arrebata el presente y el futuro y aplasta nuestras ganas. Así que abandónalo de una vez y alimenta la esperanza, porque vivir con miedo es vivir menos.

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