lunes, abril 29, 2019

Llamar necesidad a tus caprichos es una estupidez habitual. Creer que todo acaba cuando no ha hecho más que empezar, mi piedra recurrente en el camino. Tomarme demasiado en serio, no reírme de mis desgracias, hacer de mi excentricidad virtud, vanagloriarme de mis miserias y enarbolarlas como bandera, consuelo de todos. A menudo pierdo la perspectiva, me alejo tanto de la realidad que confundo enanos con gigantes, convierto piedras en montañas, ventiladores en molinos. Me quejo amargamente de mi suerte al menor contratiempo. El universo conspira en mi contra, los astros se alinean de la peor manera posible para mí, los dioses, celosos, se vengan por mis escasos éxitos y se empeñan en arruinarlos, impidiéndome gozar de la efímera gloria de los mortales. Siempre hay quien me pone la pierna encima para hundirme en el subsuelo. Así soy, nada de especial, más o menos como todos, llámalo egocentrismo, llámalo instinto de supervivencia, un poco es imprescindible, demasiado, asfixiante. Cada día intento aprender a relativizar mis problemas, a mirar con frialdad mis heridas, situándome a la distancia adecuada para valorar los efectos y me reconozco insignificante y pequeño. No soy tan importante, ni tan grave el daño que tú me haces.

1 comentario:

Aderet Ela dijo...

Bernardo...no importa cuanto peque~o sientas que eres,
lo importante es seguir siendo fiel a quien uno es, sin importar que.
Escribes lindo,
Gracias :0)