lunes, abril 13, 2020

Hablemos del milenarismo. No pretendo dar voz a los agoreros que piensan que esto es el fin del mundo, pero entiendo que las cosas cambiarán para bien o para mal. Puede que esto no sea el Apocalipsis y que el mundo como tal no se acabe ni la Humanidad vaya a desaparecer de la faz de la Tierra, pero sí es, o debería serlo, un punto de inflexión, el final de cierto modelo de relaciones sociales y económicas. La vida después de la pandemia será por fuerza muy diferente a la de antes. Un mundo complejo en el que habrá que hacer frente a la aparición periódica de nuevas epidemias, a los efectos catastróficos del cambio climático y la contaminación, al auge de los autoritarismos, a la lucha por la escasez cada vez mayor de recursos, a la afluencia masiva de refugiados al mundo occidental, al peligro de un accidente o una guerra nuclear, a la amenaza del terrorismo, a la superpoblación del planeta y a las rivalidades geopolíticas. El capitalismo liberal está en quiebra, la globalización en entredicho. Muchos lamentan lo que se perderá, otros proclaman la necesidad de corregir errores sempiternos y ven en esto una oportunidad. Cada cierto tiempo se hace imprescindible una renovación que depure males y vicios ancestrales y hacer limpieza a fondo para afrontar los nuevos retos. Las pérdidas serán irreemplazables y tendremos que acostumbrarnos a vivir según unas nuevas reglas. De nada sirve lamentarse, más valdría aprender a moverse en el nuevo tablero de juego. El nuevo mundo será también imperfecto, pero de otra manera, ni mejor ni peor, sino diferente. Cuando salgamos a la calle vamos a encontrarnos un mundo muy distinto al que conocíamos. Las relaciones interpersonales serán distintas, las formas de vida cambiarán, los modelos de ocio y trabajo se transformarán por completo. Puede que no sea el fin de los tiempos, pero se parece bastante a algunas de nuestras peores pesadillas. Si no damos un cambio brusco en el rumbo, el mundo va a ser un lugar complicado para vivir. Asumir los cambios es el primer paso necesario para mantenerse a salvo y despierto. Quien se resista a hacerlo no será capaz de adaptarse a la nueva realidad. Tendremos que construir una sociedad diferente que no se base en el aumento del bienestar material y el progreso tecnológico. Un mundo tal vez más humano. Pero, aun a riesgo de que me llamen pesimista o algo peor, no nos hagamos ilusiones, o como diría Stanislaw Lem “No esperéis demasiado del Juicio Final”.

3 comentarios:

Rita dijo...

Del hombre nunca hay que esperar demasiado. Ojalá el mundo se vuelva más humano, pero lo dudo. No hay más que ver, como en medio de la pesadilla que se vive en muchas familias, algunos se aprovechan para su beneficio.
Un abrazo.

Susana dijo...

Dudo que pueda haber muchos cambios. Un beso

Luiz Gomes dijo...

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